Cuando los días se cuentan por inexplicables desgracias, cuando la rabiosa actualidad no deja de sorprendernos con desalentadoras noticias que parecen multiplicarse a lo largo y ancho de nuestro planeta, no puede negarse que parecen reunirse todos los ingredientes necesarios para hacernos perder la fe en la condición humana. Los medios de comunicación hablan de dolor, hambre, pobreza, mutilaciones y asesinatos de un modo tan natural, transmitiendo tal dosis de insoportable normalidad que, por desgracia, bien parece que todos esos horrores estén instalados en nuestra rutina diaria.
El mundo globalizado en el que vivimos nos permite llegar fácilmente a cualquier lugar del mundo, nos da la posibilidad de contactar con cualquier persona y conseguir cualquier información y, prácticamente, cualquier cosa. Todo queda a nuestro alcance a la de “click”. Pero, del mismo modo, también tomamos conciencia de lo malherido que se encuentra nuestro planeta y del sufrimiento de tantas y tantas personas; un sufrimiento motivado, no lo olvidemos, por comportamientos y acciones que se encuentran en las antípodas de los valores que tanto nos gusta defender y de los que tanto alardeamos.
Así las cosas, parece una auténtica falta de respeto hablar de una celebración como la Navidad. No obstante, permítanme una pequeña dosis de optimismo sin la cual, he de reconocerlo, resulta tremendamente duro seguir adelante. Debemos seguir creyendo. En ocasiones resulta harto complicado, lo reconozco, pero debemos mantener la fe en el ser humano. De hecho, sigo pensando que las personas de bien superan con creces a los descerebrados, inútiles, desalmados y delincuentes que todos padecemos. Por tanto, no caigamos en el desánimo; no podemos permitirnos el lujo de bajar los brazos y pensar que el mundo es cruel y las personas son malvadas por naturaleza, lo que nos obliga a circular por la vida con un cuchillo entre los dientes porque, en última instancia, nadie da nada por nada.
Insisto, hay que seguir creyendo y, además, hay motivos para creer. Es maravilloso comprobar la extraordinaria labor que, tanto en el ámbito nacional como internacional, están llevando a cabo muchísimas asociaciones, fundaciones y grupos de personas que dedican su vida a los demás, que renuncian a las comodidades y grandes ventajas de una vida fácil para dar lo mejor de sí a quienes más lo necesitan. Ellos son el faro, la estrella que hay que seguir y que, sin duda, nos lleva por el buen camino. Esas personas hacen posible el milagro.
Pero no queda ahí la cosa. Todos tenemos algo que decir, aunque no reunamos la valentía de estos héroes. En mayor o menor medida, todos nosotros debemos luchar por ser mejores, por hacer las cosas como se deben hacer y por honrar la condición humana. Cada uno de nosotros tenemos un enorme potencial que debemos explotar. Y ¿por qué no comenzar con quienes tenemos junto a nosotros, hoy mismo, en Navidad? Sí, obviamente, para dar lo mejor de cada uno no es necesario irse muy lejos ni esperar un determinado momento, pero es cierto que estos días representan una magnífica excusa para comenzar algo nuevo. Son días en que nos acercamos más, besamos más, abrazamos más, reímos y sentimos más. Pues adelante…sigamos sumando, sigamos reuniendo pequeños maravillosos momentos para hacer de nuestra vida una vida maravillosa. Está en nuestras manos.
Por lo demás, aprovechando esta magnífica oportunidad que me brinda MallorcaDiario, me gustaría desearles una muy Feliz Navidad, todo lo mejor en estos días y mucha, muchísima salud para disfrutar de momentos únicos en la mejor compañía. ¡Ah! Y que todo esto no sea flor de un día pues, como bien dijo Charles Dickens, “honraré la Navidad en mi corazón y procuraré conservarla durante todo el año”.