El ingreso en prisión provisional de José Luís Ábalos y su asesor, Koldo García, golpea al PSOE en el corazón mismo de su discurso político y moral. Durante años construyeron un relato de superioridad ética frente al PP: ellos eran los regeneradores, los sanadores de la democracia, los que venían a limpiar las alfombras. Y ahora, el responsable orgánico del partido —no un concejal perdido en un municipio remoto, no un militante de base— sino el hombre que decidía quién subía y quién caía dentro del PSOE, ha acabado ingresando en Soto del Real.
Esto plantea un problema considerable para el PSOE, un partido acosado por los casos de corrupción que afectan, además, al propio círculo familiar del líder del partido y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. ¿Cómo sostener ahora el discurso del “PP corrupto” cuando tu número tres está imputado y encarcelado, como lo ha estado quien le sucedió, Santos Cerdán? ¿Cómo presentar a tu partido como garante de la dignidad institucional cuando uno de los arquitectos del sanchismo está acusado de cobrar sobornos, además de recurrir a la prostitución?
Con dos exsecretarios de Organización encarcelados y con sospechas de maniobras en la sombra con “fontaneros” del partido para atacar a investigadores, jueces y fiscales, el PSOE ha perdido toda la legitimidad moral de su discurso anticorrupción
El votante socialista fiel se refugiará en la narrativa que repiten minuto a minuto todos los dirigentes del PSOE del “caso aislado”, igual que antes lo hacía el votante popular. Pero el votante moderado, el que decisivamente decide elecciones cuando vota, ese no lo hará.
Todavía resuenan las palabras del ahora recluso José Luís Ábalos, en mayo de 2018 desde la tribuna del Congreso, durante la moción de censura contra Mariano Rajoy que le correspondió a él defender. “Rajoy puede intentar sobrevivir, defenderse, ¿Y el resto? ¿Va a colaborar con la impunidad? ¿El resto va a encubrir todo esto, van a compartir la asunción de responsabilidades?”, preguntó el exministro. Bueno sería que los 350 diputados que ahora conforman el Congreso, se hicieran la misma pregunta.
Con dos exsecretarios de Organización encarcelados y con sospechas de maniobras en la sombra con “fontaneros” del partido para atacar a investigadores, jueces y fiscales, el PSOE ha perdido toda la legitimidad moral de su discurso anticorrupción. Al Gobierno de Pedro Sánchez sólo le queda una salida digna: disolver el Parlamento y convocar elecciones generales.
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