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La ciencia de las emergencias ignora las lecciones del volcán de La Palma en el simulacro de Tenerife
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La ciencia de las emergencias ignora las lecciones del volcán de La Palma en el simulacro de Tenerife

jueves 25 de septiembre de 2025, 00:48h
Por Francisco Rodríguez Pulido

Una semana “de ciencia” sin memoria de la catástrofe

Del 22 al 27 de septiembre, Tenerife celebra el EU-MODEX en Garachico: mesas técnicas, charlas y, el día 26, el primer gran simulacro de erupción volcánica realizado en España. Se presenta como “una semana de ciencia, formación y prevención” que reforzará la preparación ante emergencias. Sin embargo, el debate celebrado el 22 de septiembre en Garachico. “Ciencias en Emergencias”, dejó en evidencia algo esencial: el relato oficial de la “ciencia en emergencias” vuelve a pasar de puntillas por las lecciones más duras que nos dejó la erupción de La Palma en 2021. Fue un debate al que asistí y que me dejó profundamente preocupado por una ciencia que no ha tomado lecciones de la erupción de La Palma.

No se trata solo de una omisión simbólica. La catástrofe real -casi 3.000 elementos constructivos afectados y más de 300 hectáreas de plátanos arrasadas- no fue un pie de página, sino el eje que debería orientar cualquier simulacro, protocolo y comunicación pública. Si el propósito es “corregir errores del PEVOLCA” y mejorar la gestión, como reconocen las autoridades, entonces hay que empezar por nombrar con precisión qué falló y cómo evitar repetirlo. La evidencia comparada también lo exige: un reciente estudio global y revisado por pares sitúa a La Palma 2021 como la cuarta erupción con mayor impacto documentado sobre el entorno construido en el mundo, con 3.126 edificios afectados, solo por detrás de Nyiragongo 2002, Sakurajima 1914 y Nyiragongo 2021 (Meredith et al., 2024, https://doi.org/10.1186/s13617-023-00140-7).

El espejismo tecnocientífico: modelos, drones y deltas lávicos

En la mesa del día 22, se subrayó la implicación científica en varias líneas: modelización de coladas, seguimiento del delta lávico y “recuperación de la vida”, monitoreo de biodiversidad mediante drones, y mediciones de calidad del aire por cenizas y gases. Sobre el papel, es un inventario loable. En la práctica, durante La Palma lo que hizo fue otra cosa:

  • Modelos de coladas sin devolución útil a la población: se modeló, sí; pero no se informó de manera comprensible, útil y a tiempo a los vecinos sobre la probabilidad de avance, rutas de compromiso y ventanas de evacuación. Si la ciencia no te ayuda a decidir cuándo irte y por dónde, para el ciudadano esa ciencia no existe. Además, esta información era vital para que los vecinos supieran el momento que su patrimonio podría verse sepultado, además de pedir a gritos la necesidad de recuperar el máximo posible de una vivienda que iban a perder parar siempre.
  • El PEVOLCA fracasó. No hubo plan de evacuación, ni evacuación preventiva. El semáforo en amarillo, y al rojo, dos horas después de la erupción. Nadie avisó de la erupción. Además, más de 500 científicos tuvieron el aval para investigar in situ, sin exigir que sus investigaciones se aportaran al Plan de Emergencias. Deplorable que sólo dos científicos de 500 se interesaran por la dimensión de la catástrofe.
  • Imágenes aéreas y datos “para dentro”: los drones capturaron información valiosa que rara vez estuvo al servicio de quienes más la necesitaban: los directamente afectados y quienes debían proteger sus medios de vida.
  • Calidad del aire y confinamientos sin salud pública en directo: hubo medidas de protección (confinamientos puntuales), pero faltó una capa de salud pública operativa “en tiempo real”: evaluación clínica de exposiciones, puntos de atención, biomonitoreo básico, protocolos de vulnerables (asmáticos, mayores, embarazadas, menores). Nos trataron como ratas de laboratorio.
  • Ciencia fragmentada institucionalmente: la discusión resaltó la presencia del CSIC, pero también evidenció ausencias notorias de actores clave en Canarias —INVOLCAN o el grupo de sismología del IGN— que son parte de la cadena operativa y de confianza social. Un simulacro que aspire a realismo no puede normalizar esa fragmentación.

La literatura internacional sobre ejercicios complejos lo repite: sin integrar la cadena completa datos–evaluación–decisión–acción, la tecnología se convierte en decorado. Y, sin salida pública clara y accionable, el “conocimiento” se queda en un informe que no salva casas ni hace más respirable el aire.

Garachico 2025: luces y sombras del planteamiento

De cara al simulacro, los comunicados oficiales destacan avances positivos: La coordinación multinivel (Cabildo, Gobierno de Canarias, Subdelegación del Gobierno, 31 municipios, UME, cuerpos de seguridad, Cruz Roja); una alerta masiva usando ES-ALERT a toda la isla y ejercicio de evacuación con atención a personas con movilidad reducida, mesas técnicas organizadas por la ULL para revisar protocolos, interoperabilidad PEVOLCA/PAIV y planes municipales.

Sin embargo, persisten tres sombras que recuerdan los déficits de 2021, las lecciones no aprendidas:

  1. Énfasis operativo sin métrica pública de aprendizaje: No se ha anunciado un After Action Report (informe postejercicio) independiente, público, con responsables y plazos de implementación. Sin auditoría externa y seguimiento a 6–12 meses, el aprendizaje institucional se diluye.
  2. Comunicación que informa, pero no empodera: Enviar un ES-ALERT es necesario, pero no suficiente. La población necesita mapas sencillos, escenarios probabilísticos legibles, recomendaciones por barrios y protocolos claros para vulnerables. La cultura de emergencia no se construye con un pitido en el móvil, sino con transparencia sostenida y diálogo.
  3. Ciencia sin la “otra mitad”: salud, economía y medios de vida: La agenda continúa centrada en peligros físicos (cenizas, gases, lava) y logística (evacuación), pero sin un módulo robusto de salud pública en tiempo real, ni pruebas de continuidad económica básica (acceso a explotaciones agrícolas, rutas para alimento animal, seguros, retorno escalonado). La catástrofe de La Palma fue, sobre todo, social y económica. Para los animales, fue una masacre.

Las “mentiras” del semáforo: en La Palma no hubo confianza ni gobernanza

Las instituciones y la ciencia institucional, con la complicidad de toda la comunidad científica, ha construido un relato de éxito del volcán de La Palma. Un relato de emergencia que fue un fracaso, de la que sólo pueden agradecer que no hubiese muertes oficiales. Aún siguen manteniendo mentiras sobre el semáforo, que nunca estuvo en naranja, y la activación del rojo fue dos horas después de la erupción. El semáforo no sirvió para nada. La activación de niveles y planes (PEVOLCA, Nivel 2, semáforo rojo) fue tardía, y el despliegue de fuerzas como la UME llegaron la noche del 19 al 20.

La percepción social fue de información insuficiente, tardía o poco útil para la toma de decisiones domésticas: ¿cuándo recoger, ¿qué cargar, adónde ir, cómo volver? Esa desconfianza cuesta cara. La confianza no se decreta; se gana con información verificada, formatos comprensibles, coherencia entre advertencias y medidas, y presencia sostenida de equipos científicos y sanitarios en territorio, no solo en ruedas de prensa.

En la página web (https://volcantajogaite.com/semaforo-de-emergencia-y-evacuaciones/), creada por el IGN, sostienen mentiras que duelen. En concreto, se puede leer:

  1. Nivel naranja (19 de septiembre de 2021, mañana)
  • La actividad sísmica se intensificó mucho.
  • Se prepararon evacuaciones preventivas.
  • Se recomendó a los vecinos de algunos barrios tener las mochilas listas con documentos, ropa, medicamentos y agua.

La realidad es que nunca se activó el semáforo naranja, y no hubo evacuaciones preventivas.

  1. Nivel rojo (19 de septiembre de 2021, tarde)
  • Horas antes de la erupción, el semáforo pasó a rojo.
  • Comenzó la erupción y se activaron evacuaciones inmediatas.

La realidad es que el semáforo se puso en rojo dos horas después de la erupción. Cuando comenzó la erupción, la inmensa mayoría se autoevacuó por su cuenta

La mentira que más duele es la que figura en el Real Decreto-ley 20/2021, de 5 de octubre, por el que se adoptan medidas urgentes de apoyo para la reparación de los daños ocasionados por las erupciones volcánicas y para la reconstrucción económica y social de la isla de La Palma. Sobre todo, que mantenga hechos falseados como el siguiente:

En la misma fecha (19 de septiembre de 2021), fue activado el Plan Estatal General de Emergencias de Protección Civil (PLEGEM) en fase de Alerta y Seguimiento Permanente. Por otra parte, fueron activados, a las 15:00 horas del mismo día 19 de septiembre de 2021, la Situación de Emergencia Nivel 2 y el semáforo volcánico en nivel rojo, correspondientes al Plan Especial de Protección Civil y Atención de Emergencias por riesgo volcánico de la Comunidad Autónoma de Canarias (PEVOLCA). Con el comienzo de la actividad volcánica, la Unidad Militar de Emergencias (UME) fue desplazada a la isla, junto a numerosos medios de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.

Prácticamente, solo es correcto la fecha de activación del PLEGEM. Lo demás, son mentiras. A las 15 horas antes de la erupción, el semáforo no estaba en rojo ni la emergencia en nivel 2. La UME no estaba en la isla, ni la mayoría de los medios de las fuerzas de Seguridad del Estado.

Garachico es un escenario cargado de memoria: la erupción de 1706 arrasó su puerto y redefinió su historia. Hacer allí un simulacro tiene sentido. Pero hacer un simulacro que repita los vacíos de 2021 sería una oportunidad perdida. La ciencia no puede limitarse a modelar coladas, volar drones o producir informes; su tarea, en emergencia, es transformar datos en decisiones y decisiones en protección efectiva de personas, casas y medios de vida.

Las lecciones de La Palma no son un anexo, son el temario. Y ahora, además, son asunto de récord global: La Palma 2021 figura como la cuarta erupción con más edificios impactados de cuantas existen documentadas en la literatura científica internacional. Si esta semana “de ciencia” no corrige la asimetría entre conocimiento producido y conocimiento compartido; si no integra a todos los actores claves (incluidos INVOLCAN, IGN y Sanidad Canaria) y no aterriza la salud pública en tiempo real; si no se somete a evaluación independiente con consecuencias, entonces la ciencia del simulacro estará ignorando, otra vez, a quienes pagaron el precio más alto de la erupción.

La preparación real no es un pitido en el móvil. Es confianza construida a base de claridad, coherencia y rendición de cuentas. Solo así el próximo semáforo -sea naranja o rojo- significará algo más que una luz encendida. ¿Estaremos a la altura?

Francisco Rodríguez Pulido, Presidente de la ASOCIACIÓN TIERRA BONITA

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