La entrada en prisión de Santos Cerdán, exnúmero tres del PSOE y uno de los hombres más cercanos al presidente Pedro Sánchez, marca un punto de no retorno en la credibilidad del actual Gobierno. No se trata de un caso aislado, ni de un episodio menor, ni de un error administrativo. Estamos ante un terremoto político de magnitud descomunal y proporciones históricas, que sitúa al Partido Socialista ante el abismo ético que tantas veces denunció, cuando la corrupción era cosa del PP.
Cerdán no es un militante de base. Fue el encargado de negociar en el extranjero con el líder de Junts, Carles Puigdemont. Fue el comisionado de la amnistía, el rostro visible del sanchismo más fiel. La responsabilidad de quien le nombró es incuestionable, aunque el secretario general del PSOE sigue haciéndose el sueco.
¿Cuántos líderes socialistas han puesto la mano en el fuego por él? En Ferraz ahora hay más manos abrasadas que en la unidad de quemados del Hospital La Fe de Valencia. Uno de ellos, Pedro Sánchez, que pese a hablar de “contundencia ejemplar”, ha sostenido a Cerdán hasta el último momento, maniobrando en los despachos para desacreditar a los investigadores y atacando sin piedad a los medios que osaron publicar lo que hoy es ya una realidad judicial.
Tampoco se puede pasar por alto el papel de la presidenta del Congreso, que hace apenas unas semanas manifestaba públicamente su apoyo a Cerdán en redes sociales. Ahora, el silencio es su única respuesta. ¿Y la responsabilidad política? ¿Y la ejemplaridad? ¿Dónde queda el discurso regenerador del PSOE?
Sánchez llegó a La Moncloa hace siete años gracias a una moción de censura contra la corrupción del Partido Popular. Hoy, el suyo es un gobierno cercado por los escándalos y liderado por un presidente que tiene a su esposa y a su hermano imputados y que ha perdido toda autoridad moral. Santos Cerdán se ha convertido en el Luis Bárcenas del PSOE, y la situación es del todo insostenible.
España no puede permitirse ni un minuto más de este deterioro institucional y político. Ha llegado el momento de devolver la palabra a los ciudadanos y convocar elecciones generales anticipadas, poniendo fin a una legislatura agónica que no da más de sí.
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