"El loco de Dios en el fin del mundo". Llevo leídas 200 páginas y es una novela que me colma. Soy lector asiduo de Javier Cercas. Es uno más de mis desarraigos con los que me siento en plenitud. Es otra de mis incorrecciones, esa costumbre imperecedera de no ubicarme en el lugar apropiado. Cercas está empeñado en tener una conversación con el papa de no más de 5 minutos. Quiere preguntarle sobre la vida eterna para poder decirle a su madre que podrá reencontrarse con su marido en el más allá, como cree. No entiendo por qué quiere desengañarla o afianzarla en su fe. Si ella lo cree para qué interrumpir su esperanza.
Mi madre murió con más de 90. Ya hacía tiempo que no hablaba de mi padre, que murió cuando yo tenía 7 años y mi hermana menor unos pocos meses. Decía que andaba en sus cosas, que era una forma de expresar una especie de desentendimiento. Unos pocos días antes de ella irse de este mundo dijo que la había visitado un gato que había estado en casa más de 50 años atrás. Se llamaba Bartolo y se presentó en la pequeña terraza cubierta de la habitación donde pasaba el día. La casa se construyó mucho después de la muerte del animal por lo que era difícil vincularlo a aquel espacio.
Cercas me lleva a un debate entre razón y fe que nunca ha podido resolverse a la luz de cualquiera de esas dos cosas tomadas aisladamente. Ya sé que es una atemporalidad hablar de estas cosas, pero los asuntos que hoy son objeto de discusión me aburren soberanamente. Tengo escritos más de 250 folios sobre el Cielo y he llegado a la conclusión de que un deseo tan unánimemente asentado en nuestra imaginación bien merece un chance de verosimilitud, aunque sólo sea de forma poética o literaria. Es algo así como el teorema de Pitágoras, donde se plantea que un segmento mensurable geométricamente mensurable, como la hipotenusa de un triángulo rectángulo de lado 1, sea una serie numérica de infinitas cifras.
La correspondencia de lo concreto y palpable con lo irracional. Recuerdo el soneto de Miguel Ángel sobre que todo lo que está en la mente del artista la mano del escultor lo puede trasladar al mármol. Cercas escribe espléndidamente y no le cuesta demasiado trabajo mantener la belleza humilde de la duda a la hora de exponer un tema trascendente. Hay una descripción descarnada del papa Fancisco, tanto que no sé con que versión quedarme. A mis amigos les recomiendo que lo lean. El mundo que nos rodea está tan lleno de vulgaridades que merece la pena prestar atención a esta excepción.