Para mí un sábado es un día como otro cualquiera. La excepción consiste en poder leer artículos en la prensa dedicados a personas que tienen menos tiempo el resto de la semana. Hoy me he reservado los de Antonio Muñoz Molina, Javier Cercas y Leila Gerriero, en El País, y el de Juliana, en La Vanguardia.
Esta mañana tuve un comentario por teléfono, a primera hora sobre las militancias ideológicas de los escritores y llegué a la conclusión de que, después de la controversia entre Jean Paul Sartre y Albert Camus, todos se limitan a dejarlas en la mesilla de noche, junto al vaso de agua de por si acaso me da sed en medio del sueño. Como el de la tieta de Serrat, que está medio vacío cuando se levanta, y yo siempre me he preguntado por qué no medio lleno.
Los escritores suelen separarse de las ideologías y dejan a los compromisos que no tengan que ver con el único exclusivo, que es escribir bien, a la espera de una mejor ocasión o de un público que no comprometa su independencia, igual que hacía Hemingway con el Martini del famoso cóctel, esperando eternamente en la habitación de al lado. Antonio habla de unos “graciosos” ingleses que talaron un árbol de doscientos años. Lo trata como una estupidez, pero yo me detengo en la metáfora y quiero adivinar el parentesco de esta acción imbécil con la demolición de tantas cosas que nos sirven y debemos respetar y las destruimos de manera inútil.
La respuesta la tengo en Cercas, que empieza hablando de Trump y concluye que a la democracia acaba arrasándola la mentira. Leila escribe de cómo consume su vida en los aviones, a través de una conversación inteligente con su padre. Todos reflexionan sobre el hecho común de la vida y de cómo debemos compartirla con las circunstancias que nos presionan desde el exterior. El único que hace una crónica es Juliana. Habla de que en julio se celebrará el Congreso del PP y se reúne el Constitucional para fallar sobre la Amnistía. Ninguna de estas cosas se compadece, o yo no soy capaz de adivinarlo. Utiliza el verbo carbonizar para definir la estrategia de Feijóo frente a Sánchez. Sánchez tiene más vidas que un gato y ya lo demostró cuando su partido lo incineró. Ahí están sus méritos y ese es el riesgo de mantenerlo como un valor democrático. No lo sé. Me cuesta mucho trabajo pensar en estas cosas en una mañana de sábado. Así que me imagino en una plaza de Viena, ojeando los periódicos, como en un vals de Strauss que se llama Morgenblatter.