www.canariasdiario.com
Por Julio Fajardo Sánchez

Javier Cercas dice hoy en El País que le hubiera gustado ir a la manifestación que se celebra en la plaza del Popolo para reclamar la defensa de Europa. La plaza del Popolo es grande y en ella desemboca el tridente, formado por la vía del Corso, la Ripetta y el Baduino. Recién elegido el papa Francisco estuve en Santa María del Popolo para ver los Caravaggios: el martirio de san Pedro, y la conversión de San Pablo cayendo del enorme caballo que domina la pintura. Ese caballo inundando el cuadro encierra la idea de la fusión helenística con la tradición judaica: la humanización de la religión y el principio de la consolidación de la civilización occidental. A la salida un pequeño grupo de jóvenes cantaban bandiera rossa allá riscossa trionferá y un coche engalanado con flores transportaba a unos recién casados. Se puede reunir mucha gente en ese enclave de Roma.

Roma también es el principio de Europa, de la moderna unión que proviene de un tratado firmado en esa ciudad y de la de siempre, que es el crisol donde se reúnen Atenas y Jerusalén, Sócrates y Jesucristo, como dice Cercas. Es el origen de las lenguas, de la cultura y del derecho. Roma es un símbolo apasionante. Repaso frecuentemente la historia de Indro Montanelli, y me encanta ver cómo pidieron prestada a los griegos una estatua de Afrodita para defenderse de la amenaza de los cartagineses en las guerras púnicas, y cómo importaron el teatro y Plauto y Terencio se hincharon de escribir comedias para que el pueblo entendiera lo que era a través de la ficción.

Javier Cercas escribe sobre la necesidad de que Europa se quite de encima las dependencias que puedan entorpecer seguir siendo lo que es: un símbolo de la democracia en el mundo. Claro que sí. Roma es la representación de la conjunción de las ideas, acostumbrada a gobernarse mediante acuerdos complicados y a salir adelante a pesar de las barbaridades. Quién sabe más de eso que Europa.

Junto a las ruinas del foro está el monumento a Víctor Manuel, encandilando a la vista como una tarta de nata blanquísima, que representa a la unidad de Italia, cuando en los teatros se cantaba Nabucco y el público gritaba Viva Verdi, que eran las iniciales de Vittorio Enmanuele Re d’Italia. Esto sale en “Senso”, de Visconti, en el teatro de la Scala con los oficiales alemanes en el palco. Después subí al Pinccio, a los jardines de Villa Borghese, y recordé cuando, unos años antes, apareció el cadáver de Aldo Moro en el maletero de una furgoneta, vestido de negro, como los funcionarios entregados a defender el orden de sus países.

Roma es Europa, pero también es la capital de la latinidad y de la espiritualidad del viejo continente. Ni esto está seguro porque alguien dice que Donald Trump tiene elegido a un cardenal de ultraderecha para suceder a Francisco. Dice Cercas que hay que manifestarse para librarse de la autarquía y de los gánsteres. Aunque solo fuera para rearmarse moralmente y librarse de estas tentaciones merece la pena ir a la plaza del Popolo, para intentar regenerarnos, a trancas y barrancas y reafirmarnos en una unidad que es tan difícil de conseguir en un mundo altamente polarizado. Aplaudo la iniciativa y saludo, como siempre, el artículo del escritor académico, pero reconozco que nos queda mucho por andar. Me quedo con la imagen en mi retina de unos jóvenes cantando “Avanti popolo, a la riscossa bandiera rossa” y a un coche descubierto con una pareja de recién casados representando a una imagen de futuro, en medio de las tres madonas que flanquean ese espacio convocante de Roma.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios