Hace años tuve un desprendimiento de retina. Es un accidente maloe y nunca te vas a recuperar para quedar del todo bien. La retina es una red de pequeñas celdillas, como una placa fotográfica que se impregna de sensaciones lumínicas y las encía al cerebro a través del nervio óptico. El cerebro fabrica una imagen que, para el conocimiento de las cosas, da igual que esté algo deformada.
El problema es que lo que esté deformado sea el cerebro y entonces da igual lo que veas o como lo veas porque siempre tendrás una idea distorsionada de la realidad. Quiero decir con esto que a pesar de que mi vista sea defectuosa, lo que percibo es lo real, y aunque estuviera ciego también lo seguiría siendo porque usaría otros sentidos para informarme. El problema consiste en que acepte delegar mis funciones de observación a un tercero para que sea él el que nutra a mi consciente, que pasaría a ser inconsciente en este caso. Esto que digo no obedece a un accidente en la máquina que utilizo para mis percepciones. Sería una dejación absoluta, una entrega, una delegación de mi libertad para que sea administrada por otros ajenos a mi persona.
Esto es muy habitual en los tiempos que corren porque existen artilugios y procedimientos para conseguirlo con extrema facilidad. Cada día nos hacen cantar lo de qué buenas son las madres Ursulinas y no nos damos cuenta del bien que se nos hace en esta santa casa. Cada vez somos menos nosotros y pasamos a engrosar el ejército de las masas decisorias, inmersos en un mundo feliz como el que concebía Aldous Huxley, o en la terrible granja de los animales de George Orwell. Tuve un desprendimiento de retina pero esto no me impide darme cuenta de dónde estoy, de dónde estamos, o de a dónde nos intentan llevar. Alguien me dice que quiere encontrar la verdad y yo le contesto que en un mundo fabricado en torno a relatos mentirosos eso es muy difícil, casi imposible. Incluso le recomendaría que no mirara a ningún sitio porque en todos lo van a engañar, que es preferible tener la abstracción de los ciegos para percibir un poco de luz que sea fiable. Entonces yo, con mi desprendimiento de retina tengo más posibilidades de vislumbrar la realidad que aquel que se haya inmerso en el maremágnum de bombardeos mentirosos que lo acosan desde los cuatro puntos cardinales.
Esos a los que dedicaba un viva el gran Manolo Escobar: “¡Qué vivan los cuatro puntos cardinales de mi España, qué vivan los cuatro juntos!” Ahora andamos sin orientación y ya no está Manolo para recordárnoslo. Los que creen tener la verdad viven en una seguridad insoportable y nos consideran tontos y disminuidos a los demás. Mientras tanto me quedo en mi torre de marfil esperando a que suba el nivel del mar, esperando a que se inunde el Sahara, esperando a que el meteorito choque con nosotros y nos haga pedazos, esperando el santo reproche de los que te corrigen porque te aprecian, esperando que me aniquilen y me entregue sumiso a esa aniquilación.
Este vómito tiene otra vertiente y es ampararme en mi desprendimiento de retina, hacer como que no veo nada, no enterarme, encerrarme detrás de mi ventana y escribir de vez en cuando mis sensaciones para no sentirme demasiado solo. Creo que es lo que voy a hacer.