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Ataque al federalismo

miércoles 21 de septiembre de 2022, 11:51h

El ministro José Luis Escrivá la armó gorda ayer durante una entrevista matutina en el programa radiofónico de Carlos Alsina, al afirmar que no entendía que hubiera de haber diecisiete sistemas fiscales -tantos como comunidades autónomas-, abogando claramente por una recentralización o, al menos, por una equiparación impositiva. Naturalmente, se refería a Madrid y Andalucía, no a Euskadi o Cataluña.

Es lo que sucede cuando uno es federalista, que al final no puede reprimir evidenciar sus incoherencias con su devenir parlamentario.

El PSOE es un partido que se define estatutariamente como "una organización política de carácter federal". Obviamente, la estructura federal del partido ya debería darnos una pista sobre su concepción de la arquitectura estatal, aunque curiosamente los estatutos no mencionan el federalismo como seña de identidad y sí el europeísmo, el feminismo y el ecologismo, es decir, todo lo hoy considerado políticamente correcto.

Sin embargo, en las resoluciones del 40 congreso de los socialistas sí hay un apartado denominado "LA ESPAÑA AUTONÓMICA. AVANZANDO HACIA LA COGOBERNANZA FEDERAL", en el que se leen cosas como ésta:

"La cultura federal que se está abriendo camino en España con ocasión de los múltiples foros de deliberación colegiada que la pandemia está obligando a activar entre el Gobierno de España y los gobiernos autonómicos es una oportunidad para mejorar los mecanismos de cogobernanza y el compromiso común en un destino compartido".

Este último inciso me recuerda aquello tan joseantoniano de la "unidad de destino en lo universal", con perdón. Siempre pensé que el falangismo no era más que un socialismo de uniforme.

Pues bien, mientras la tradición socialista y las resoluciones un tanto etéreas y vagas de su último congreso abogan por una transición al federalismo, la realpolitik de Pedro Sánchez sacrifica todo eso en pos de la conservación del poder a cualquier precio. Y cuando digo 'a cualquier precio' es exactamente así.

España no es, se diga lo que se diga, un estado federal. El federalismo se fundamenta en la simetría y nosotros partimos de privilegios medievales de muy difícil justificación en comunidades como la vasca o la navarra, que las acercan más a un estatus confederal, parecido al de un "estado libre asociado", como Puerto Rico lo es con relación a los Estados Unidos, solo que, en nuestro caso, con mucha más pasta de por medio.

Nos intentan vender la moto de que nuestra estructura estatal es un federalismo a la española, pero no cuela. En el régimen autonómico hay categorías, a saber: En primer lugar, los bendecidos por el privilegio feudal, Euskadi y Navarra; en segundo, Cataluña; en tercero, las autonomías consideradas históricas; y en el vagón de cola, todas los demás.

De esta forma, cuando Escrivá dice lo que piensa sin pensar lo que dice, rápidamente surgen voces de su propio partido y de sus socios comunistas que le desmienten o le achacan ir por libre. No se juega con el pan de cada día, y hoy por hoy los socialistas le bailan el agua a vascos, navarros y catalanes -territorios en los que predomina el soberanismo, muchas veces radical y hasta violento-, porque sin ellos no podrían gobernar.

Pero la cosa es incluso más compleja, porque el PSOE sabe bien que sin una victoria en Cataluña no puede mantener el poder, y su partido federado allí, el PSC, tiene desde hace décadas una doble alma: La federal, que agrada mayoritariamente a los votantes socialistas provenientes de la inmigración obrera de otras comunidades, y la nacionalista, propia del socialismo burgués de Barcelona. Unos son socialistas porque son obreros, otros porque tienen una posición social tan desahogada que la ideología es solo un pretexto para lavar su conciencia (léase los Raventós, Maragall, etc.).

De manera que el PSOE ha de caminar siempre por el filo de esta apestosa ambigüedad calculada y no definirse claramente por la incómoda igualdad de trato entre todos los españoles -no otra cosa es, en el fondo, el federalismo-, en esta doblez que el sanchismo ha forzado hasta la sublimación y que pretende siempre llevarnos al huerto con la dosis de embustes precisa para adormecer el intelecto de los ciudadanos.

Eso, hasta que va Escrivá y la lía parda.

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