OPINION

El tercer hombre

Vicente Enguídanos | Viernes 04 de marzo de 2016

Con veinte años y un día de diferencia, que no debería tener reminiscencias penales, se van a separar dos dulces derrotas en las filas socialistas. Entre aquel ajustado final para el ciclo de Felipe González y el que afectará la carrera política de su cuarto descendiente, han transcurrido cuatro lustros y una pesadilla. La amarga victoria del emergente José Mª Aznar aquel 3 de marzo de 1996 y la escuálida satisfacción de su directo heredero, por recuperar parte de la iniciativa perdida, tiene bastantes más diferencias que el número de votos y de escaños entre ambos líderes.

La bronca batalla que presenciamos el miércoles pasado en la Carrera de San Jerónimo, que se revivirá en formato reducido esta misma noche, es el mejor antídoto para la regeneración democrática y la recuperación de la confianza ciudadana. Lejos de mejorar la imagen de nuestros políticos en estas dos décadas, seguimos deteriorando la convivencia y la capacidad de diálogo. Epítetos irreproducibles, descalificaciones innecesarias y acusaciones criminales, que deben probarse antes de verterse bajo el protectorado de la sede parlamentaria, no son el mejor caldo de cultivo para prepararnos ante una nueva cita electoral y un futuro donde todos los esfuerzos son pocos. Siquiera creo que la tensión que nos acompaña desde diciembre haya servido para modificar sustancialmente el capital político, aunque las pocas oscilaciones en los resultados de unas nuevas elecciones puedan provocar cambios irreversibles. Tampoco nos han servido estos meses de desgaste para despejar incógnitas, ya que es probable que la huida hacia delante y la indefinición sean los argumentos aconsejados por los estrategas, cuyo único interés radica en mejorar los sondeos y obtener rédito electoral, pero si Ciudadanos exprimió la naranja en dirección contraria a las agujas del reloj para no salvar a quien le provee de votos, Ciudadanos forzó la enemistad socialista para adelantarle en unos nuevos comicios y el PP trato de recordar cómo se vive en la oposición, no acabo de saber si el PSOE se abraza a los demócrata liberales porque busca el consenso ideológico o porque los votos de la izquierda no le bastan para prolongar la vigencia de su candidato.

Pedro Sánchez , que se oponía más al presidente en funciones que daba motivos para sustituirle, repitió como una letanía la valentía y coraje con la que se enfrentaban al examen de la cámara, frente a la indolencia y cobardía de quien esperaba a septiembre. De no producirse un milagro, la semana próxima empezará sin hacer los cambios que proponía y siquiera podrá volver a presentarse porque la naranja se le volvió calabaza, como a la princesa triste. La batalla de la imagen la ha ganado, pero la guerra la ha perdido y será difícil que los daños colaterales no acaben con su carrera política para siempre.

Ahora, deberemos esperar a que surja el mirlo blanco o el tactismo siga protagonizando la más larga y anómala investidura que ha vivido nuestra joven democracia. Es probable que Rajoy quiera coger el guante y devuelva a sus adversarios el mismo reto que éstos le tendieron, para evidenciar que el partido más votado sigue solo y que dos no se ponen de acuerdo si uno no quiere. Al menos, propondrá reformas de calado que dejen en evidencia a los que le rogaron apoyo mientras le negaban el pan y la sal, porque no es lo mismo decirlo de tu contrincante que aplicártelo. Un esfuerzo baldío a corto plazo, pero que podría inducir al Rey a interpretar, tras cosechar su propuesta un nuevo rechazo, que el único candidato que puede aunar las voluntades constitucionalistas de una cámara fragmentada es quien puede firmar pactos con ambas manos.


Noticias relacionadas