OPINION

Escuchar, crear, celebrar

Juan Pedro Rivero González | Jueves 20 de noviembre de 2025

Ya no tienen por qué existir fronteras educativas. Pero las hay. La educación necesita detenerse, abrir los oídos, encender la mente… y hacer fiesta. El método de Scholas Catedras -“escuchar, crear, celebrar”­- no es un manual frío, sino un canto humanizador: Frente a la tecnificación y la fragmentación, propone que las personas sean escuchadas en su identidad, que colaboren para crear cultura y que lo común sea celebrado como bien. Esta tríada resuena con particular fuerza en el contexto actual, en que el reciente congreso internacional sobre inteligencia artificial celebrado en Roma abre una nueva era educativa: la IA ya no es solo herramienta, sino desafío antropológico. Y aquí es donde entra en juego el documento “Antiqua et Nova” del Dicasterio Para la Educación y la Cultura y el Dicsterio para la Doctrina de la Fe de la Santa Sede, que recuerda que la inteligencia artificial -por muy potente que sea- no puede sustituir la inteligencia humana, relacional, moral.

Escuchar. En la educación del siglo XXI ya no basta con transmitir datos: se trata de abrir espacio para la palabra de cada estudiante, escuchar su mundo, su cultura, su historia. Scholas lo ha dejado claro: “La educación escucha, o no educa”. Y en la era digital e IA, este acto de escucha se vuelve aún más fundamental: al interpelarnos máquinas y algoritmos, la gente necesita ser reconocida como persona, no como dato, no como usuario. “Antiqua et Nova” advierte que si reducimos al alumno a un receptor de respuestas rápidas, sin formar su pensamiento crítico y capacidad de discernimiento, habremos perdido la sustancia de la educación.

Crear. Una vez escuchados, los educandos y educadores juntos deben crear: proyectos, cultura, valores, sentido. La creatividad no es lujo, sino el modo de hacer de la educación un acto transformador. Scholas propone este segundo momento como clave para una pedagogía que no reproduzca modelos obsoletos sino que imagine, innove, articule la técnica con la ética, lo digital con lo humano. Dentro de este enfoque, la IA no es enemiga sino aliada: puede liberarnos de rutinas mecánicas, ampliar horizontes, facilitar el acceso universal a la educación. Pero, como advierte “Antiqua et Nova”, la tecnología debe estar al servicio de la persona y del bien común, no al revés.

Celebrar. Y finalmente, celebrar: reconocer que la educación es también fiesta de la diversidad, del encuentro, de lo compartido. Es agradecer la vida, la comunidad, la fraternidad. Scholas afirma que “la educación nos enseña a celebrar, o no educa”. En el marco del Pacto Educativo Global -que busca una educación que incluya, que integre, que promueva la dignidad de todos- esta celebración no es superficial, sino esencial: celebrar que aprendemos juntos, que aceptamos la belleza del otro, que construimos puentes entre culturas, generaciones, tecnologías y valores.

Desde Canarias podemos hacer nuestro aporte. En un entorno insular, multicultural y abierto al Atlántico, la educación responsable debe incorporar este método: escuchar nuestras singularidades -la historia, las raíces, las lenguas-; crear una escuela que funda en la persona, no solo en el rendimiento; celebrar la diversidad, la creatividad, la vocación de cada uno. Y al mismo tiempo, mirar con valentía la revolución digital: la IA se presenta como reto, oportunidad, instrumento, pero también llamada a cuestionar qué humanidad queremos formar. “Antiqua et Nova” nos dice que no basta con tener máquinas inteligentes: necesitamos corazones sabios.


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