OPINION

De lo terrenal a lo etéreo, pero pasando por el marketing

José Luis Azzollini García | Lunes 13 de noviembre de 2023

Acordándome del día de los difuntos de principio de mes, me ha venido a la mente, todo lo que supone el morirnos. En edades pretéritas, morirse era un acto donde se mezclaba la tristeza, lo emotivo y poco más. En muchos sitios, solo existía una caja para quienes nos iban dejando y dicho féretro, una vez depositado el cuerpo en la tierra, se preparaba y guardaba para una siguiente vez. Al finado o finada, se le velaba en su propia casa que se habilitaba para poder acompañar al cuerpo y a los familiares y, de camino -de todo había- ponerse al día con las cosas del barrio, pueblo o parroquia. El recogimiento reinaba en cada uno de aquellos momentos donde, las cuatro velitas encendidas, iban consumiéndose y mezclando su olor con el del ambiente. Dolor, llantos, gemidos y frases repetidas con programada puntualidad, pero con nombres distintos en cada uno de los duelos. La gente de la comunidad se enteraba, por los propios vecinos y/o por alguna esquela cuando ello era posible. Así era la cosa del morirse, difunto arriba, difunto abajo. Después llegaron los “seguros de los muertos” que cada cual iba pagando mes a mes durante toda su vida -mi pobre madre, como muchas otras madres, pagó el valor de tres entierros, aunque solo llegó a morirse una sola vez-. En ellos se hacía constar las esquelas y el tipo de cajón que te llevaría al otro lado de la cortina. Si deseabas tener flores, tendrías que dejar establecido, cantidad, tipo y qué poner en la cinta. ¡Qué cantidad de coronas llevaba el coche fúnebre! ¡Cuántas esquelas! ¡Se ve que era alguien importante! Los tiempos siguen un proceso de cambios y en la actualidad, a la hora de dejar este mundo, se ha de decidir si se hace echando humo, si solo vale con un responso o con qué religión o rito se procederá. También he recordado que, cada uno de noviembre, es festivo. ¡Día de playita!

Hoy en día, tampoco puedes dejar este mundo, sin pasar por la zona donde reina el marketing. No debería extrañarnos demasiado. Muchos de nosotros y nosotras, hemos viajado en avión. ¿Quién ha conseguido llegar a la puerta de embarque sin pasar por una zona de compras de última hora? El “sistema” ya lo habían puesto en marcha y con mucho éxito en Las Vegas, donde tengo entendido que para llegar a tu habitación, habrás de pasar por la zona de las tragaperras y mesas de juego, te guste o no; que si no gusta, ¿a qué narices se va a ese punto de América? Lo tienes también en los cruceros de lujo; vayas donde vayas, pasarás por la zona de juegos de azar y/o de tiendas. En definitiva el marketing ha ido imponiéndose de tal forma y manera que, el que llegara al momento de la despedida, era solo cuestión de tiempo. Y, ese momento llegó. ¡Y de qué manera! Qué se ha celebrado: ¿El día de los difuntos o Halloween?

Ahora, lo primero que se pregunta a la familia de quien fallece, es si disponía de seguro de decesos. La respuesta afirmativa, agiliza los trámites pues será la propia casa de seguros quien dispondrá en qué tanatorio se velará el cuerpo. Serán ellos también, quienes ajustándose a lo establecido en el contrato, se encargarán de las flores, esquelas, caja, urna y demás aditamentos que, la persona fallecida, solo habrá sabido valorar cuando estampó su firma en el documento. Si los familiares desean un suplemento que realce el momento de la despedida, no habrá problema, pero tendrá que pasar por caja, previo vistazo al catálogo de ideas que se les pondrá delante. ¡”Momentazo” para ver catálogos!

Cuando estamos delante de la aseguradora y nos preguntan, lo normal es contestar sobre lo humilde -lo barato, vamos-, entre otras cosas porque en base a los detalles, se irá encareciendo el producto final, que se tendrá que ir abonando en cómodos plazos mensuales durante toda la vida que reste desde que se formaliza el contrato -hoy se vive más que los monjes tibetanos-. Esos detalles, serán presentados por el agente de la aseguradora y ya no solamente se hablará de las cosas básicas. En virtud del marketing, alguien ha ido aumentando el catálogo y ya no tienes claro si estás organizando tu defunción, o si estás amueblando una nueva vivienda. Los restos, si optas por una incineración, te los podrían dar en un “tupperware”, o en una caja de zapatos, pero ¿vas a hacer que tus allegados salgan de la incineradora como si salieran de “Pecas”? ¡Claro que no! Para evitar esa mala imagen, te ofrecerán unas urnas de cerámica china de la dinastía “Ming” que será la envidia de los vecinos. También, si se es algo más natural, te propondrán otro modelo de bambú con interior de cáñamo del Nilo que te hará sentir como un faraón y a tus familiares como si hubieran estado haciendo un viaje con tus restos por las mismísimas Pirámides. ¡Es que era el último sueño de, “babá”! Que habías pensado en que cada uno de los siete hermanos, tuviera la oportunidad de tener un recuerdo de las cenizas de “babá”, pues eso el marketing lo ha resuelto y ha creado unas mini urnas a juego con la grande que son una auténtica “monada”. -Todo eso está muy bien; pero habíamos pensado en algo más pequeño. Una cosita que no abultara tanto. -¿El dinero es un problema? ¡Por supuesto que no! ¡Solo se muere una vez! -Entonces asunto resuelto; existen una pequeñas joyitas -anillos, colgantes, camafeos, etcétera- preparados para contener una pequeñísima muestra de la cenizas de “babá”.

Hoy también es posible acceder a todos esos “detalles”, incluso, aun cuando no hayas previsto el contrato con la agencia de seguros. Será algo más complejo, pero todo lo dicho se lo ofertarán a quienes han quedado en este lado. Todo se expondrá en oportunas vitrinas en alguno de los tanatorios, a modo de escaparate. ¡Pasen y compren! El tema de los extras, en este otro caso, ya sería abonado por la familia del difunto, a quienes les tocará rascarse el bolsillo. Y, ojo, porque si eres un cliente que exteriorizas tu gran amor por quien nos ha dejado, serás un objetivo importante para el proveedor de todo lo relacionado con el óbito. El márketing también enseña a vender eso. ¡Ni el Tato, se escapa!

El hecho de no tener uno de estos seguros de decesos, no implicará que cuando te mueras, todos estos accesorios queden fuera de tu alcance. ¡Qué va! Muy al contrario; es como si te hubieras muerto “por lo privado”... Tu cuerpo presente, entrará en una especie de “tira y afloja” entre los servicios funerarios para determinar quién se hace cargo. El difunto ya no lo verá, pero si pudiera, le llenaría de alegría saber que su cuerpo es fruto del deseo de otras personas que ni siquiera conocía. La funeraria que se adjudique el servicio será la que, con técnicas comerciales, irá conduciendo a la familia por el catálogo de productos que se ponen a la venta. Es un volver a empezar, pero por lo “gentleman”. La caja la vas a comprar. ¿Pero estás seguro de comprar la que se necesita, o terminarás eligiendo la que más se adaptaría a la forma de ser de la persona que se ha ido? ¿Una sola urna, o tantas como familiares cercanos hayan? ¿Seguro que no querrán tener una joya con una pizca de las cenizas? ¡Más leña que…!

Hoy en día, no se hace nada, ¡ni morirse!, sin pasar por el mundo del marketing. Lo mejor será irnos acostumbrando para que, cuando llegue el momento, que llegará; podamos evitar que alguien decida por nosotros. Un buen testamento vital, podría servir para evitar pasar por el “Centro Comercial”. Y si se desea ir acompañados de una banda de música… dejarla pagada, por favor.


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