En política siempre hay que tener en cuenta la escenificación. Sánchez se ha puesto unas gafas para denotar, más si cabe, que estaba leyendo lo que contestaba, que se lo traía preparado de casa. Quería dar la sensación de que sus respuestas eran las medidas y aprobadas previamente por sus asesores políticos y, sobre todo, jurídicos. Es la primera vez que quiere dejar constancia de que está leyendo y para ello nada más evidente que ponerse unas gafas.
Unas gafas establecen un distanciamiento, una declaración de que se ha desterrado la improvisación y que, por encima de todo, existe el cuidado de ser preciso. A veces las gafas actúan como un elemento protector, algo de quita y pon, como un bolígrafo en la mano que ayuda mucho a elevar el nivel intelectual del que lo lleva y juega con él continuamente. Otros prefieren una libretita en la que apoyarse, como si allí estuvieran impresas las tablas de la ley. Pero estas gafas de Sánchez son intencionadas queriendo recalcar que lo que se dice se está leyendo y, por tanto, va a misa.
Sánchez no necesita gafas porque eso le quita agilidad, pero aquí le sirvieron para evidenciar que no iba a contestar más que aquello que traía escrito. Por eso, sin disimulo alguno, era preciso que se pusiera a leer y evidenciar por todos los medios que lo estaba haciendo. Los asesores están en los últimos detalles y en esto superan al resto de los equipos. Dicen que cuenta con varios guionistas de cine y expertos en efectos especiales. Descuiden ustedes, no está perdiendo vista. La tiene perfecta y si alguno lo delata en este sentido lo destituye y santas pascuas.
Me recuerda la anécdota de un general de aviación que fue a hacerse la revisión rutinaria para el permiso de vuelo. Más o menos lo que nos ocurre a los mayores cuando vamos a renovar el carné de conducir. Lo atendió un capitán médico que le dijo: “Mi general, está usted perdiendo vista”. Enseguida le contestó: “Fíjese si tengo buena vista que desde aquí lo estoy viendo a usted en El Aaiun”.
Si (
No(
