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En la tarde

Por Julio Fajardo Sánchez
jueves 24 de julio de 2025, 21:32h

Miro el cuadro de mi abuelo que me sirvió de comienzo para el libro La Laguna. La luz que entra en el salón por la puerta abierta me invita a salir al exterior. Esa es la magia que encierra esta pintura. Es un día de verano. Yo tenía 9 o 10 años cuando lo miraba. Después de comer hacía una hora de reposo. Tenía la pierna derecha enyesada desde la cadera y esperaba impaciente para levantarme e incorporarme renqueante al juego con los otros niños. En los alrededores había más niñas que niños y yo estaba aprendiendo que ellas eran más propensas a la compasión.

Íbamos hasta la Colonia, que estaba al final del Cercado del Marqués, después de subir la cuesta por donde se lanzaban a toda velocidad las bicicletas. Allí había puertas cerradas y misteriosas para mirar por las rendijas al interior de una casa abandonada. Recuerdo las meriendas de pan con mermelada y el olor de los setos de romero que dividían los parterres del jardín. El aire era suave atravesando los pinos. El césped estaba crecido y necesitaba un corte. Yo me dejaba llevar por el tiempo y siempre llegaba el último arrastrando la escayola.

Leía mucho. Mi afición por la lectura empezó en aquellos años, o quizá antes. Desde que tengo memoria tengo un libro entre las manos. Alguien se atrevería a decirme que no soy escritor porque no me matriculé en Filología. Qué más da. La gente pierde mucho el tiempo discutiendo estas cosas. Nunca entendieron que se aprende el conformismo a fuerza de llegar el último, pero la vida es una carrera de fondo y al final, sin saber cómo, estás a punto de atravesar la meta antes que los otros.

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