OPINION

Ayuno y oración, que la cosa es grave

Juan Pedro Rivero González | Jueves 17 de diciembre de 2020
Hasta que no se le ven las orejas al lobo pensamos que es un tierno cachorro, juguetón e inofensivo que lo que pretende es entretenernos con sus carantoñas perrunas. Pero, tarde o temprano, enseña el colmillo y sus posibles dentelladas pueden generar sangre, dolor y rabia. Lo que comienza siendo el eco sensible de una situación concreta que despierta compasión, termina siendo la Ley de la Eutanasia.

En plena situación de pandemia, en el entorno de las fiestas de la navidad, con las medidas de distancia social y en medio de una situación que a todos nos gira hacia la supervivencia, se piensa aprobar en el Congreso la Ley de la Eutanasia. Ya la Ley de Educación ha abierto la compuerta para que las cosas se aprueben solo desde un consenso numérico y parlamentario. Sin espíritu de diálogo alguno. Y seguimos durmiendo, anestesiados, desconectados la dinámica legislativa que cada vez más se asemeja a una deriva suicida.

La Eutanasia es más barata que los Cuidados Paliativos. Claro que sí. Cuidar a un enfermo terminal es muy costoso, en recursos y en personas. Y no nos debemos extrañar que una persona a la que no se le cuida pida el alivio definitivo. Una sociedad que no cuida de los suyos, que elimina al perro para evitar la rabia, que descarta las dificultades y la situaciones complejas, que bendice algunos ejercicios de la libertad sin respetar la vida que hace a las personas sujeto del derecho de libre elección, más que enferma está podrida.

Es del todo diabólico convertir en derecho un asesinato. Sea de un no nacido, sea un nacido enfermo. Nadie tiene derecho a quitar la vida a nadie. Una sociedad que no cuida la vida ¿cómo podrá cuidar el medio ambiente? ¿Cómo obsesionarnos con el cuidado de la casa común y reconocer el derecho de los animales cuando no defendemos la vida humana? Esquizofrenia cultural y olvido de los principios fundamentales de donde surgen todo los demás derechos objeto de protección por parte de un estado de una sociedad civilizada.

Hay quienes hacen huelga de hambre para reivindicar sus derechos. Otros nos invitamos a hacer jornadas de ayuno y oración. El miércoles 16 de diciembre, el día antes de que el tiempo de Adviento nos invite a mirar al Portal de Belén donde un bebé en dificultad está siendo adorado por pastores y por reyes, hemos hecho un día de ayuno. Hambre que grita que nadie tiene derecho a exigir a nadie que le quite la vida a un ser humano. Que toda vida posee una dignidad que ningún parlamento del mundo tiene potestad para eliminar. Ayuno que alimente la oración al dueño de la vida para que cuide de lo que nosotros no somos capaces de cuidar.

No, no y tres veces no. No a descartar al débil. No a descartar al improductivo. No a aliviar nuestras consciencias de esta manera tan aberrante. No, por favor; no.

Sí a la vida humana siempre y en cualquier situación. Sí a la vida. A toda vida; a la vida toda. Sí a los cuidados a lo largo de la vida, especialmente a los cuidados prenatales y a los cuidados paliativos. Sí, siempre sí.

Noticias relacionadas