Comunicarnos es fundamental. Y es tan fácil que no nos entendamos... Pareciera, en ocasiones, que hablamos idiomas distintos y que no transmitamos lo que queremos comunicar haciendo sufrir la convivencia con nuestra comunicación incomunicada. Pienso algo y pienso en decirle algo a alguien. Y, al final, de lo que pensé a lo que dije, un trecho; de lo que dije a lo que me entendieron, otro trecho... Y no nos terminamos de entender.
Y cuando en el horizonte se hacen presente los prejuicio, no les quiero contar... Porque entonces, se diga lo que se diga, ya es imposible hacerse entender, porque se entiende lo que se quiere entender.
La comunicación necesita y merece un esfuerzo compartido. Una empatía nacida de la confianza y la utilización de unos términos entorno a los que exista un acuerdo mínimo. Por ello, antes de dar por supuesto que alguien me dijo algo, debo estar seguro de que me dijo lo que quiso decirme. Babel sigue existiendo y su presencia construye fronteras de discordias innecesarias pero que hacen sufrir. Nunca será preferible el silencio.
¿Cuántas veces no nos hemos descubierto en medio de una discusión en la que, al final, ambos decíamos lo mismo? Es el triunfo de la incomunicación por vivir ahogados en los prejuicios dando por sentado ya el contenido de lo que alguien quiere decirnos sin escuchar exactamente lo que nos decía. Y lo peor, en numerosas ocasiones no es que no estemos de acuerdo, sino en que no queremos estar de acuerdo.
No entendernos es tan fácil como entendernos. Solo hay que querer hacerlo. Es una extraordinaria escuela de incomprensiones los debates parlamentarios. ¡Cómo es posible que no se puedan poner de acuerdo cuando todos quieren lo mismo! Es la facilidad de la incomprensión, distorsionada por miles de causas expúreas que desdicen de una voluntad de servicio a la comunidad. Dos no se entienden si uno no quiere. Porque cuando se quieren entender, incluso con diferentes idiomas, los signos y símbolos son capaces de ofrecer el recurso necesario para que la comunicación se dé.
Hace poco me sorprendió que alguien me dijera que no me decía por wasap lo que me iba a decir, que necesitaba decírmelo personalmente. No le valía ni siquiera una llamada telefónica. Y es cierto que no es lo mismo leernos que escribirnos. Y no es lo mismo mirar la cara de quien nos habla que solo escuchar su voz. Hay una cantidad de elementos del lenguaje no verbal necesarios para entender bien lo que alguien quiere comunicar. Bienvenidas las video llamadas que hacen que desaparezcan tantos malentendidos por ser malos lectores...
Creo que necesitamos hacer un esfuerzo para que la comunicación interpersonal se dé. Y se dé adecuadamente, como fuente de mutuo crecimiento y de ayuda común.
Cuando alguien no quiere comunicarse, cuando no quiere entender, no hay forma de decirle algo. Antes de comenzar a decir, uno debiera saber si el oyente quiere entendernos. Si alguien nos habla, antes de interpretar, deberíamos ser sinceros y decirnos a nosotros mismos si queremos entender lo que nos quiera decir.
La comunicación comienza en nuestro corazón, no solo en la mente.