Sensacional el vídeo viral de estos días en los que un niño de seis años le pide a Alexa, el asistente virtual de Amazon (el equivalente a Siri en los iPhones o Cortana en Windows) que le ayude en sus deberes del día. Sin separar la vista de sus deberes y sin despeinarse, le pide al asistente, pronunciando su nombre (Alexa) de viva voz, que le dé la solución a la resta de 5 menos 3.
Como era de esperar, recibe la respuesta correcta. Las máquinas nunca se equivocan.
Este gesto, que ha sido tildado por una parte de la marabunta de opinadores en las redes sociales, como de irresponsabilidad de la madre por dejar el dispositivo cerca del niño, me parece un acto genial del pequeño.
El niño, ante el contratiempo surgido, simplemente aprovecha los recursos que tiene a su alrededor. Y Alexa siempre está ahí. Es parte de la decoración de la sala.
Allí donde otros preguntábamos las dudas a nuestros padres o, los más espabilados, echaban mano de la calculadora, el pequeño Jariel, que así se llama el pequeño, acude a la inteligencia artificial que tiene a su lado. Imagino que si se hubiera percatado de que su madre estaba a su lado, en lugar de estar grabando la escena, le habría preguntado a ella. Al no haber plan A, acude al plan B. Un niño con recursos.
Muchos de los adultos que reprueban este acto, probablemente no tengan ni idea de qué es Alexa ni cómo hacerla servir. Para su información, les diré que Alexa tiene forma de altavoz cilíndrico y se encuentra ahí en casa, escuchándolo todo, lo cual genera dudas sobre ética y privacidad. Pero ese es otro debate. Como que los asistentes virtuales tengan nombre y voz de mujer. Avances tecnológicos y ética, casi siempre, van reñidos.
Cual humano, cada vez que se pronuncie su nombre (Alexa) atenderá a la petición y resolverá problemas. Como, por ejemplo, el que plantea el pequeño Jariel o encenderá la luz del baño o pondrá en marcha la lavadora.
La crítica de los mayores se basa en un esquema mental y prejuicios propios del siglo XX. Pero Jariel está desarrollando habilidades necesarias para afrontar con éxito el futuro laboral que le espera en el que, según los expertos del Foro Económico Mundial, aun no se han inventado el 65% de los trabajos que emplearán a los niños que hoy cursan primaria.
Si no le coartan su facilidad para afrontar problemas, este niño lo tiene casi todo para triunfar en el futuro, a tenor de las habilidades que encierra la decisión de haber acudido a Alexa: imaginación para solucionar problemas en base a los recursos de que dispone, improvisación, toma de decisiones y creatividad. Otras habilidades que deberá dominar para triunfar son el dominio de manejo de personal, inteligencia emocional, negociación y pensamiento crítico. Va por buen camino.
La tecnología está llamada a hacer la vida más fácil. Pero, ojo, está comiendo terreno a la memorización y a la agilidad mental. Las calculadoras nos resuelven operaciones que nuestros mayores hacían de cabeza. Apenas se enseña hoy a resolver raíces cuadradas con lápiz y papel, los teléfonos móviles hacen que no recordemos casi ningún número de teléfono, ¿Cuántos de ustedes saben de memoria el teléfono de su pareja? ¿Y el de sus padres y hermanos? Algo impensable cuando solo existía el teléfono fijo. Cuando no recordamos algo acudimos automáticamente a Google. Algún día no será necesario aprender idiomas porque tendremos un asistente virtual con nosotros, ya sea en forma de auricular o chip integrado en nuestra piel. Y el cerebro, como cualquier otro músculo, se atrofia de no emplearlo.
La tecnología trae cosas buenas pero algunas no lo son tanto.
No sabemos cómo será el futuro pero sin duda la tecnología y la inteligencia artificial estarán muy presentes. Jariel ya se está preparando para convivir con las nuevas reglas del juego y a utilizar la tecnología en beneficio propio. El negacionista tiene las de perder y puede quedar excluido. Eso no quita que haya que pulir esas reglas del juego que nos depara un futuro mayoritariamente tecnológico.