Francesca Jaume | Lunes 11 de septiembre de 2017
Aunque el tema “Catalunya" incluso llegue a resultarnos cansino en ocasiones, tenemos que ser conscientes de la importancia del momento que estamos viviendo. Del devenir de las próximas semanas se derivarán consecuencias importantes, la más segura es que habrá elecciones en Catalunya, haya o no referéndum y sea cual sea el resultado.
Durante todos estos años en que ha emergido con fuerza el separatismo, dos actitudes se han vislumbrado desde los partidos estatales para afrontar la cuestión. Una, abanderada por los partidos de la izquierda, es el acercamiento mediante el diálogo; la otra, elegida por el PP, ha sido el “no es no" basado en la incomunicación y batalla judicial. Como los conservadores llevan dos legislaturas en la Moncloa, sólo podremos analizar al final la efectividad de la segunda de las opciones.
Así pues, el concepto de “legalidad" se usado por políticos, opinadores, periodistas y ciudadanos, en ocasiones sin demasiado fortunio. Me hubiera gustado, sinceramente, que se hubiera aprovechado la ocasión para tener claro lo que significa que una acción sea legal o ilegal. La legalidad la otorga una norma jurídica, (no es cuestión de naturaleza), y la norma jurídica emana de las personas, no es algo que una divinidad nos haya lanzado desde el cielo. Lo digo porque, por supuesto, si el legislador quiere, puede convertir lo ilegal en legal. Es sólo cuestión de voluntad política. Siempre pongo el ejemplo del divorcio, que no hace tanto tiempo no era legal.
Pero si un argumento me resulta simpático, por decirlo de alguna manera, es ese de querer hacer ver que, fuera de España, Catalunya es inviable. Detrás de estas declaraciones, comentarios y tuits se ve un claro resentimiento por el hecho de que los catalanes (haciendo una sinécdoque) quieran salir de España. Oye, que ya lo saben los catalanes que el Barça tendría que jugar una liga minusvalorada -o se tendría que asociar a otra liga profesional-, y que habría multinacionales que se irían de Barcelona, o que incluso podrían quedar fuera de la UE... no hace falta que un nini mesetario lo recuerde. Han elegido este camino con sus consecuencias.
Este tipo de recordatorios suelen destilar, por su literalidad, un palpable odio hacia todo lo catalán, por lo que yo les preguntaría a sus autores “¿Queréis a los catalanes o no?” Porque insultar y luego impedir que se vayan es propio de desequilibrados. Como en una relación de género tóxica, parece que estamos ante un “ni contigo ni sin ti” o un “la maté porque era mía”.
Pues miren, yo quiero pertenecer al mismo estado que los catalanes, pero no para amargarles la fiesta y decirles “ahora para fastidiarte no te dejo ir”, sino porque son múltiples los lazos histórico-culturales que nos unen, admiro sus avances como sociedad, y valoro en gran medida todo lo que aportan y me gusta sentirme partícipe de ello. Sí, en positivo. Quizás si se hubiera empezado por aquí no estaríamos en el punto en que estamos.
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