OPINION

Himno sin letra, fiesta sin fiesta

Marc González | Viernes 14 de octubre de 2016

Que España es peculiar en el concierto de las naciones es una obviedad de la que incluso se dedujo un eslogan turístico allá por los años sesenta del siglo pasado.

Somos, por ejemplo, uno de los pocos países del mundo –con Bosnia-Herzegovina y San Marino- con un himno nacional instrumental, por más intentos más o menos pintorescos de dotarlo de una letra, el último de los cuales data del reinado de Alfonso XIII.

Hasta un estado tan complejo como Bélgica, plurinacional y plurilingüístico como España, tiene un himno que puede cantarse, con letras en francés, neerlandés y alemán, sus tres lenguas oficiales.

En cualquier caso, aquí hacemos un problema de todo y si ya resulta difícil acallar los silbidos al himno en una final por parte de aficionados de algunas partes de España, no me quiero ni imaginar qué sucedería si el gobierno propusiera una letra oficial. Mejor no meneallo.

Pero si lo del himno es raro, lo de nuestra fiesta nacional es como para inspirar una tesis doctoral de psiquiatría. Para empezar, entre el autoodio secular de algunos que, curiosamente, se siguen sintiendo y definiendo como españoles, y el insulto permanente de una parte significativa del independentismo hacia cualquier cosa que se defina como española, nos encontramos con que el 12 de octubre, en lugar de constituir un elemento de cohesión social, es un mero pretexto para hacer política de la más baja estofa, ante la indiferencia absoluta de la mayor parte de la población, harta de que cualquier excusa sea válida para mostrar al mundo lo acomplejados y cainitas que somos.

Estos días hemos asistido a una verdadera orgía de sandeces sobre el significado de la efeméride. Desde la absurda, anacrónica y oligofrénica afirmación de que el descubrimiento de América fue poco menos que una desgracia para la humanidad, pasando por la de que la pretensión de los descubridores era la de la llevar a cabo un genocidio. Descafeinamos y pervertimos tanto los términos, que acabamos utilizando los mismos para definir un proceso de colonización del siglo XVI –con todos sus ingredientes- y el holocausto judío a manos de los nazis. Un auténtico insulto a la inteligencia. Todo vale para arrimar el ascua a mi sardina política, aunque sea escupiendo a la historia. Lo más chusco del caso es que este discurso se ha instalado y prolifera en muchos países de América, cuyos gobernantes, en su mayoría, son los descendientes de los verdaderos ‘genocidas’ –siguiendo la terminología al uso-, porque habrá que concluir que los eventuales abusos y crímenes los debieron cometer aquellos españoles que allá fueron y que se perpetuaron en una clase criolla dirigente más o menos mestizada, y no nuestros antepasados, que se quedaron en España. Por tanto, antes de culpabilizar de todos los males a los españoles, que se miren un poquito al espejo o que tiren de árbol genealógico.

En cualquier caso, lo cierto es que nuestra fiesta nacional no tiene el más mínimo arraigo social, porque los dirigentes se empeñan en reducirla a un desfile militar y una recepción real. Qué endivia me producen franceses y norteamericanos en este aspecto. Así pues, con este modelo cuartelero resulta muy complicado generar complicidades y sentimientos nacionales que abarquen a todas las comunidades. Solo el fútbol obra, en realidad, ese milagro. Cuando gana España, claro, que cuando pierde resurge la marabunta divisoria.

Por si faltara algún ingrediente, el independentismo ha hallado una mina en el 12 de octubre, tanto para desmarcarse de cualquier cosa que signifique hispanidad, como para escenificar lo odiosos e imbéciles que somos los españoles, lo facha, franquista y cavernícola que es alardear mínimamente de serlo y lo progre y democrático que es, en cambio, sentirse soberanista.

Soy extremadamente pesimista con que algún día este espectáculo termine, porque populismo e independentismo juegan con la premisa de que “cuanto peor, mejor” y las demás formaciones políticas han sido, hasta la fecha, totalmente incapaces de hacer frente a tanta inquina.


Noticias relacionadas