Pablo Torán | Viernes 23 de octubre de 2015
Parece que el nivel de sensibilidad y valores de esta sociedad va intrínsecamente ligado al concepto “interés periodístico”; algo que, como mínimo, debería hacer que nos preguntáramos sobre la profunda idiotización que sufrimos como grupo.
Hace unas pocas semanas que todos los informativos abrieron sus páginas con la foto del cadáver de un niño, ahogado en una playa, que poblaba los perfiles de Facebook e inspiraba a los creadores de opinión. En las mismas puertas de entrada a Europa, del mercado único, del Euro, de Merkel y de Hollande… morían niños ahogados tratando de huir de una guerra que nadie sabe cómo parar.
El telediario y la novedad periodística miden el nivel moral de la sociedad. Si no, no tendría ninguna explicación que los telediarios hayan olvidado que esa tragedia sigue produciéndose, agravándose con la llegada del invierno. Pero, claro, ahora toca “el procés”, el 3%, la caza mayor, el debate de los candidatos y la sequía de Cristiano Ronaldo.
Admitámoslo: en las fronteras de Europa sigue viviéndose un drama humano injustificable en el siglo XXI. La diferencia es que, tras retransmitirlo en directo unas pocas semanas, ahora el prime time manda y la audiencia decide qué quiere ver otra cosa, que incomoda ver tanta tragedia seguida.
La gente no quiere dramas. Es muy incómodo pensar en que, tras la comodidad de nuestras viviendas, tras esa pequeña pantalla de plasma, hay gente muriendo y agolpada en vallas construidas para evitar que prosigan con su éxodo. Familias con bebés muertos literalmente de frío. Bebés iguales que los nuestros. Padres que tras mucho esfuerzo se ven obligados a salir con lo puesto para salvar sus vidas…aunque las arriesguen en el camino. Además, ¿no han notado que la mayoría de esas personas domina perfectamente el inglés? Algo que no ha podido hacer ninguno de nuestros presidentes del gobierno, hablar inglés, lo hace tranquilamente un niño que explica cómo ha tenido que huir de la guerra dejando a su familia en un país destrozado.
No existe una solución fácil, ni podemos plantearnos cómo hacerlo como individuos. Pero todos y cada uno de nosotros, en la medida de nuestras posibilidades, tenemos la OBLIGACIÓN MORAL de aportar lo poco o mucho que podamos.
Mi pequeña contribución es este artículo. No nos olvidemos de ellos, aunque ya no salgan tanto por la tele.
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