La Comisión Europea ha dado un volantazo inesperado en su hoja de ruta verde. Después de años de compromisos climáticos y regulaciones estrictas, Bruselas propone derogar la prohibición total de comercializar coches con motor de combustión interna (gasolina y diésel) a partir de 2035. Permite entonces que (con condiciones) se pueda seguir produciendo y vendiendo automóviles con motores tradicionales o híbridos ligeros más allá de esa fecha.
La reforma, presentada este martes como parte de un paquete legislativo más amplio para apoyar al sector automovilístico europeo, rebaja el objetivo de emisiones de dióxido de carbono del 100 por cien al 90 por ciento de la flota nueva para 2035. Ese margen residual -equivalente al 10 por ciento del total de emisiones actuales- podrá "llenarse" con créditos obtenidos por fabricantes mediante acero verde, biocombustibles o tecnologías similares.
Bruselas insiste en que no abandona su compromiso con la neutralidad climática para 2050. Pero el giro de timón evidencia la presión interna. Desde Alemania e Italia hasta la poderosa patronal europea del automóvil. La industria lleva meses reclamando más flexibilidad ante la lenta adopción de vehículos eléctricos, las insuficientes redes de carga y la feroz competencia global, especialmente de fabricantes chinos con costes más bajos.
"Usamos todos los recursos a nuestro alcances: simplificación, flexibilidad y apoyo específico", ha defendido Stéphane Séjourné, vicepresidente comunitario de Prosperidad y Estrategia Industrial, en rueda de prensa en Estrasburgo, describiendo la propuesta como un "salvavidas" para la industria.
La iniciativa abre la puerta no solo a combustibles fósiles clásicos, sino también a híbridos enchufables, sistemas con extensores de autonomía y versiones mixtas que, en la práctica, mantienen motor de gasolina o diésel en el tren motriz.
La medida ha descolocado a varios gobiernos, incluidos España y Francia, que habían reclamado mantener el veto completo. El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, ha advertidos días atrás que aflojar los objetivos pondría en riesgo inversiones y el liderazgo europeo en tecnologías limpias.
Para los ecologistas, el movimiento es un retroceso encubierto. Grupos como Greenpeace han calificado la propuesta de "regalo a la industria contaminante" y advierten de que podría ralentizar la adopción masiva de eléctricos en un momento clave para la reducción de emisiones globales.
Mientras, fabricantes europeos han celebrado la decisión, argumentando que les da aire para competir con asiáticos y reforzar la cadena industrial interna, aunque el resultado final todavía depende de largos trámites políticos con el Parlamento Europeo y el Consejo de Ministros.