OPINION

¡Ay con las batas blancas!

Daniel Molini Dezotti | Martes 09 de diciembre de 2025

En este momento, con todo el respeto y el agradecimiento que siento por Canarias Diario y las personas que lo hacen, confieso que me gustaría escribir en el Washington Post.

No, rectifico, en el Post no porque el dueño es Jeff Bezos y cada vez que pienso en su persona, en lo que hace y defiende, me da urticaria; mejor en el New York Times.

No es porque fuese a dedicarle más esmero a lo que pienso decir, sino porque -intuyo- la audiencia se multiplicaría, pudiendo llegar a figuras relevantes, políticos, mandatarios, creadores de opinión.

Podrán decir que lo que expreso habitualmente, -yo estaría de acuerdo- carece de sustancia, pero hoy es diferente, porque lo que tengo previsto desarrollar en este artículo, que va a salir disparado como si estuviese escrito con un teclado rabioso, está dirigido a colegas.

Y cuando digo colegas menciono incluso a los que viven de perfil a los medios serios, o se informan en Tik Tok, o le hacen la reverencia a Twitter y, también, a todos aquellos que, sin darse cuenta, por la razón que sea, se han quedado con las convicciones congeladas, el espíritu crítico a la altura de los tobillos y no saben en qué lugar del organismo conservan algo de solidaridad.

Pues vamos a lo que vamos. En este momento son las 10 de la mañana del día 09/12/2025, hace algunas horas comenzó la huelga de médicos en el territorio nacional, a la que se llegó tras muchas semanas en que los facultativos -no todos- porque algunos son de la estirpe de Bezos, se prepararon para luchar contra un aparato mediático e institucional impresionante.

He seguido muy de cerca el esfuerzo mancomunado de doctoras, doctores, estudiantes, residentes, especialistas, quienes, sacando horas imposibles hasta debajo de las piedras, planificaron, propusieron, dieron pautas para impulsar un mensaje y la participación necesaria en las jornadas de huelga.

Y lo hicieron aportando argumentos, explicando la necesidad de parar, porque el caos organizativo, la discriminación en el trato, la falta de consideración con las horas que trabajan, etcétera, no solo están hipotecando la salud pública del futuro sino también la del presente.

Universitarios haciendo pedagogía, explicando con todas las letras que las enfermedades y su tratamiento que les ocupan lo están enfermando a ellos, que no se trata solo de dinero -también- sino de tiempo libre, decencia, familia, justicia.

Venga a difundir consignas, introduciendo argumentos y entidad a un paro condicionado por servicios mínimos, recordando no realizar actividades no asistenciales ni administrativas, porque aunque habitualmente las realicen, no es un cometido en una jornada de lucha.

Aconsejando a cumplir escrupulosamente los horarios, no como hacen siempre, quedándose más allá, como si el reloj no marcase las horas. Lo que no pueda hacerse, si no es urgente, deberá esperar.

Recordando que los servicios mínimos no implican sustituir funciones, ni aumentar la carga asistencial, que la huelga evidencia algo que no se puede ignorar: la necesidad de un estatuto que armonice con la realidad que viven día a día, porque sin ese marco jurídico que los proteja, la sobrecarga y los maltratos se volverán costumbre.

Y así, planificando durante semanas, confesando que están hasta los “fonendos”, porque son 300.000 médicos en toda España, sin capacidad de discutir sus condiciones laborales.

Y cuando después de muchas horas dedicadas, llega el gran día de la grandísima oportunidad de hacer piña, demostrando que tienen poder de convocatoria, los que se han empeñado hasta los tuétanos, tropiezan con una durísima realidad: compañeros que no secundan la huelga.

Las razones son atendibles y de otra clase, ambas se mezclan con tibieza, falta de compromiso, incapacidad de postergar algo hoy para obtener un beneficio mañana.

Y en vez de unirse a los colegas en lucha, se hacen trampa, del modo en que se puede hacer si uno no tiene la decencia de ser transparente.

La conclusión es que terminan trabajando, eso sí, con el peregrino afán de demostrar que lo hacen por exigencias que enumeran hasta la náusea.

Seguramente saben que el esfuerzo de muchos compañeros, a la postre, será disfrutado por todos, y es por esta razón que me gustaría escribir en un diario que les llegue a esos ¿gandules?, que hay colegas esperando con los brazos abiertos, verlos sumados a una misión que da vergüenza tener que recordar.

Hay doctoras y doctores que faltan en la jornada más importante de los últimos años, lo que no saben es que hay otras doctoras y doctores que saben que faltan.

Igual tenemos suerte y leen Canarias Diario.


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