Ya hemos entrado en el mes de diciembre y al hacerlo, si se me permite el exabrupto, se comienza a tener carita de simplones y algo de bobalicones. ¿No notan como si, de forma repentina, nos naciera hacer el bien antes que seguir con nuestras respectivas tendencias? ¡Ah!, perdón; que me está leyendo solo quienes durante, todo el año, desarrollan sus andares por el camino de la bondad. Un lector para quien, compartir, es su norma de vida. Un ser humano que tiene como base de sus principios, el dar las gracias por lo conseguido con el sudor de su frente y no con el de los demás. Una criaturita cuyo brillo le viene dado por la amabilidad con la que trata siempre a sus semejantes. Los fantasmas del “Cuento de la Navidad” de Charles Dickens pasan de largo por su casa, pues nada tiene que corregir en ella. ¡Perdón, y mil veces perdón!, pero este artículo está escrito desde lo más hondo de mi conciencia que me invita a exteriorizar un comportamiento, que si bien no es lo más deseado, sí que forma parte de lo más habitual. Pero claro, eso es únicamente porque hablo desde la posición de otro ser humano a quien no le ha tocado la misma barita celestial que lo ha hecho con ese otro tipo de perfil que he anotado antes de este reconocimiento urbe et orbi.
Para quienes, como en mi caso, vivimos cada año metidos en nuestras responsabilidades más mundanas, cuando llegan estas fechas se nos abren las carnes. Nos entra una gran congoja al ver a gente con apariencia de estar pasándolo realmente mal. Las fotos que nos llegan, allende nuestras fronteras, de la infancia con su caldero suplicando un poco de arroz o caldo que llevar a su boca -y/o a la de su familia-, siempre nos pondrá un nudo en la garganta; pero llegados a estas fechas, ese nudo se estrechará tanto que muchas veces conseguirá ahogar cualquier tipo de palabra que se deseara emitir. La Navidad, tiene también, ese efecto paralizador. Es como si algún hipnotizador, nos dijera eso de: al tocarte en la frente, y decir Navidad, te quedaras atoletado[1] y/o apollabobado[2] y sin desearlo, sacarás tu cartera y harás un donativo extraordinario. Ya casi ni te molestará tanto darle una moneda al “gorrilla” de turno o a quienes, simplemente, se sienta a esperar el tintineo de tu aportación, chocando con la que otros han depositado antes en su manta, sombrero o vaso de plástico. No hay que preocuparse, porque el efecto, pasará pasadas estas fechas. El efecto enternecedor de las fiestas navideñas no suele perdurar. Entre esas pequeñas muestras de humanidad y los regalos de reyes, se te irá un presupuesto que, a poco que te descuides, te dejará fresquito, rozando lo gélido.
Aún con lo anotado, el Espíritu de la Navidad, no llega a todos los seres vivos bípedos capaces de usar su cerebro para pensar. Por lo que se ve, se oye o se lee, algunas personas incluidas en este grupo que he mencionado, parece como si lo de permanecer de pie, observando su entorno, solo le sirviera para pensar entre dar media vuelta o decidir caminar mirando solo al frente. Algo de eso, es también habitual verlo en estas entrañables fechas.
Casos hay un puñado de ellos, pero como es imposible usar el espacio que me presta www.canariasdiario.com, para mencionarlos a todos, solo expondré algunos que me llegan a la mente. Por ejemplo: los Bancos de alimentos, se dice que andan muy escasos de mercancía para llenar sus vacías estanterías y poder así ayudar a quienes lo necesitan. ¿Cuánto alimento, se podría comprar con, pongamos, unos cuarenta y tres mil euros? Si me hubieran preguntado, tendría claro el destino de esa suma de dinero. ¿Se consultó a alguien de los lectores? A mí, tampoco. Seguramente habrá quien piense que las familias que lo pasan mal, siempre tendrán un gran árbol donde cantar sus villancicos. Aunque sea uno de hierro adornado de cientos o miles de bombillas de bajo consumo. Cortesía navideña de quien seguramente no habrá tenido la visita del fantasma de la Navidad futura.
Dentro de esas manifestaciones “bondadosas” se encuentra la gran lucha de algunos alcaldes de nuestras ciudades más emblemáticas, por invertir una gran cantidad de dinero en embellecer sus entornos para atraer, dicen, a propios y foráneos a sus calles. ¿Será una casualidad que las vías y rincones donde florecen guirnaldas, adornos, luces y música de villancicos, sean los puntos neurálgicos del mundo comercial? ¿Serán esas empresas quienes cubran los gatos? Yo lo dudo, pues desde los respectivos ayuntamientos, la publicidad que se escucha y lee invita a pensar que todo ese gasto de atrezo navideño, será costeado por ellos. No literalmente por ellos, que aportarán lo que les corresponda en los impuestos que también han de pagar. Es un “por ellos”, pero con todos los “ellos” de sus municipios. ¡Ya me lie! ¿Quién va a pagar todo ese montante de luz y alegría festiva? Pues con pocas dudas, será el mismo pueblo a quien, seguramente, no se habrá consultado si en Navidad debería brillar la luz en todos los hogares y no solo en esas determinadas calles donde prevalece el consumo. No se preocupen, las bombillas serán de “led”. ¡Considerados que son nuestros regidores! En este paquete de responsables, no solo entra quien gobierna; también hay que contar con la oposición, pues no se suelen leer sus quejas del dispendio económico habiendo gente que no llega a fin de mes. Y, no me refiero a quejas dicha a viva voz en los plenos o ante las cámaras de alguna TV. Eso, simplemente, son palitos en la ruedas de los carros políticos. A mí me gustaría oír verdaderas propuestas que trataran de reconducir el gasto del erario para que se pueda afirmar que la Navidad, llega a todos los hogares.
La mesa estará puesta en muchas casas. En otras, solo se sentarán a la mesa quienes consigan acceder a los recintos donde se pondrá algo de comida especial. En Navidad, siempre se sirve una comida fuera de lo habitual y quienes se responsabilizan de los centros públicos que atienden a las familias necesitadas o a los “sin techo”, suelen salir antes las cámaras y los flases exponiendo las maravillas culinarias que se servirá este año; de las misma forma que lo han venido haciendo cada año que ha precedido al presente. Nada se menciona sobre lo que se sirvió el mes o la semana anterior. En este punto, también se aplica lo anteriormente expuesto. Unos y otros, han de sentirse responsables si no consiguen que esa mesa esté servida no solo en Navidad, sino el resto de año.
Ejemplos como he comentado, hay muchísimos más. Lo expuesto, solo ha de servir como muestra para dar pie a que en algún debate, puedan ir saliendo otros tantos casos que avergonzarían a cualquiera de los tres fantasmas que nos trajo Charles Dickens en su gran novela.
Por mi parte, solo me resta, desear una feliz Navidad y resto de cada año, a quienes han leído alguno de estos artículos que son publicados en www.canarariasdiario.com
Feliz Navidad, aunque cada vez creamos menos en su significado.
[1] Atoletado.- En el habla canario, dícese de la persona que se queda embobado.
[2] Apollabobado.- Casi lo mismo que atoletado, pero más tolete aún. Rozando lo profesional.