OPINION

Carta abierta a la Ministra de Sanidad

Daniel Molini Dezotti | Lunes 17 de noviembre de 2025

Permítame doctora Mónica García, que me dirija a usted como si fuésemos colegas, no con respecto a las decisiones que firma como integrante del gobierno de España, sino en las propias vinculadas con el arte de curar.

Quizás, la excelencia de su cargo y la modestia del mío, tan desparejos ya que nunca alcancé ninguna dignidad, más allá de una bata blanca bien planchada, debería obligarme a ser prudente con las letras.

Pero le confieso que aunque esté intentado lo contrario, me quedé sin cortesía y no le escribo para decirle palabras bonitas.

Usted ocupa un cargo importante, trascendente, pero de momento no quiero hablar de ello, ni de las cosas comunes que se le reprochan a los políticos cuando mandan mucho y la opinión pública se lamenta del modo en que lo hacen.

Eso, me temo, lo vamos a dejar para el final, porque lo que pretendo en este momento es reseñar su andadura militante antigua, por lo menos desde el tiempo en que se proyectó más allá del quirófano donde trabajaba.

Intuyo, porque las conozco, las disputas, angustias, controversias, sueños y disgustos, que debió haber padecido hasta consolidar su plaza. Y me parece ver como nacieron sus ideales para ahorrar sacrificios a futuros colegas, que la impulsaron a movilizarse contra un sistema que trata a los médicos como vasallos, regulados por normas delictivas, en caso de que quien las aplicase no fuese el estado.

Por eso se significó, preocupándose por sus enfermos, luchando por la dignidad laboral.

Los medios de comunicación testimoniaban sus esfuerzos abanderando los reclamos para reducir las guardias salvajes, la necesidad de computar todas las horas de trabajo como horas de trabajo no con artificios contables, la obligación de mejora las condiciones para los médicos jóvenes, el buen trato a los residentes.

De ese modo, alternando sus batallas, como anestesista en el Hospital 12 de Octubre enfrentando a la enfermedad, denunciando la ignominia fuera, participó del descontento cuando la COVID destrozó vidas y futuros, asegurando que otras formas de gestión para el sistema hospitalario eran posibles, y lo hacía criticando, con energía, razones, convicción.

Recuerdo cuando recibía el apoyo de sus pares, y reclamaba protocolos, y se resistía a las burocracias políticas. ¡Sus colegas la defendían!, ¡la apoyaban!, subrayando que gracias a sus labores en los quirófanos conocía de primera mano la sobrecarga laboral, la precariedad en los contratos, la carencia de medios, la necesidad de mejorar la retribución de las guardias, la urgencia de diálogos efectivos entre la administración y los profesionales.

Sus declaraciones eran recogidas por los medios de comunicación, sus opiniones, como portavoz de la Marea Blanca, dieron la vuelta a España, directa, tenazmente reivindicativa, firmando demandas, liderando asociaciones de médicos, dejando su firma en los diarios de sesiones de la Asamblea de Madrid, del Congreso de los Diputados, siempre teniendo en perspectiva a los pacientes y la defensa de la sanidad pública.

No eran novedosos esos anhelos, los médicos los conocían de memoria a fuerza de repetirlos durante lustros, pero usted ¡firme en las consignas!, para mejorar la retribución de las guardias, y lo ya expuesto.

Como trabajadora fue una referente del colectivo médico, que a su lado replicaba con megáfonos sus discursos frente a micrófonos, en tiempos en los que se preveía que, por su militancia y las necesidades de formar gobierno de coalición, podría ser nombrada ministra.

Los periodistas, curiosos preguntaba, y usted esperaba: "Soy anestesista y me gusta hacer las cosas poquito a poquito. Primero se mete al paciente en el quirófano, luego se le duerme, luego se le opera y luego se le saca. Así que poco a poco...”

Eso está muy bien, poco a poco, por eso vamos despacito hemos llegado a la médula del asunto.

Estando en ese punto, permítame comenzar de nuevo, no ya analizando su pasado como compañeros de batas– en mi caso a punto de colgarla en el perchero de la jubilación que espera implacable- y la suya, que también aguarda porque sabe que su vocación renacerá..

Se hizo largo pero llegamos. El sábado pasado, por su irreductible forma de gestionar el poder, médicos de todas las regiones del reino, se desplazaron a Madrid, para manifestarse en contra de sus propuestas.

Los mismos que antes halagaban sus desvelos hoy la desprecian, y le cantan consignas que deberían hacerla reflexionar porque reclaman de todos los modos posibles, excepto la violencia, casi lo mismo que usted reclamaba cuando trabajaba en un hospital y no en un ministerio.

La contradicción se presentó cuando en vez de abrazarlos como compañeros de lucha, como jóvenes y no tan jóvenes preocupados por su futuro, por la salud, los pacientes, por la dignidad en los puestos de trabajo, los despreció, organizando otro acto para disparar fuegos de artificios declaratorios y de ese modo dispersar la atención.

No lo consiguió, porque frente a su poltrona, desafiando a la lluvia, médicos de todas las autonomías, mostraban el sentir de hijos, familia: “Mónica, mi mamá vive en el hospital y yo vivo esperándola”, o “Mónica, mi mamá es médico y la veo menos a la señal del wifi”.

Lo maravilloso de la convocatoria, numerosa, aunque muchos faltaron, es que detrás de las pancartas “¡Salvemos la sanidad! Y por un estatuo médico” los médicos sonreían.

Finalmente: abusando de los atributos que me concede la experiencia, quería solicitarle, ministra, que así como hace las cosas, pasito a pasito, se marchase de la gestión pública.

Únase de nuevo a sus verdaderos compañeros, regresar al sitio desde el cual nunca debió salir, Se lo dice alguien que fue y volvió muchas veces, no pasa nada, se consigue mucho respeto, se trata solo de ser coherente con las convicciones.

El sábado le aconsejaron: “Mónica dimite, los médicos no te admiten.” Los más enardecidos le pedían que se fuese ya. Yo le pido que reflexione y le pido que dialogue, todavía está a tiempo de evitar la huelga de un montón de días que se dibuja en el horizonte. ¿Está segura de tener toda la razón?, sea humilde y póngase en duda. No sabe lo bien que sienta eso.


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