Los funcionarios o empleados públicos deben y tienen la obligación de producir con la misma eficiencia que el resto de los trabajadores. Su estabilidad laboral perpetua no debería ser una excusa para rendir menos, sino todo lo contrario, motivos para hacerlo bien, rápido y mejor. La sociedad y la economía necesita una Administración Pública ágil, comprometida y productiva, donde el esfuerzo se implante y la calidad del trabajo se valoren igual que en el sector privado.
Para lograrlo se necesita motivación, formación continua y evaluación constante del desempeño de las tareas que tienen asignadas. Solo así se garantiza que los recursos públicos se usen con eficacia y que la Función Pública responda realmente al interés general y no como sucede ahora, que sólo sirve para lo personal de cada burócrata.