El gerente de los servicios sanitarios en La Palma, Fran Ferraz, describe a la 'SER' el estudio Isvolcan como un "antes y un después" en la investigación de las consecuencias que una erupción volcánica puede tener sobre la salud.
Los resultados han revelado posibles efectos a largo plazo en la población local, destacando problemas respiratorios, oculares, dermatológicos y de salud mental, como ansiedad, insomnio y depresión.
No obstante, uno de los hallazgos más preocupantes es la detección de niveles elevados de metales pesados en la sangre de los participantes.
Aunque el estudio vincula estas afecciones con la exposición a la erupción, será necesario esperar 2 años para confirmar si estos altos niveles de contaminantes en sangre están directamente relacionados con la ceniza volcánica.
Lo que ya se sabe es que cerca del 92% de los participantes que participaron en la limpieza tanto exterior como interior de la ceniza presentaron concentraciones más altas de metales pesados en su organismo.
Entre los efectos observados, los problemas de salud mental ocupan un lugar destacado. Más del 50% de las personas que vivían cerca del volcán reportaron dificultades para conciliar el sueño, un trastorno que ha persistido incluso después de que la actividad del Tajogaite cesara por completo. Este tipo de afecciones, junto con otras como la ansiedad y la depresión, reflejan el profundo impacto emocional que dejó la erupción en la comunidad.
Ferraz recalca a la 'SER' que esta situación es única: "Es una oportunidad que no ha habido nunca, una población muy pequeña ha estado muy expuesta al volcán".
Además, señala que este nivel de exposición no se ha documentado en otros volcanes del mundo. "Ahora tenemos los medios para estudiarlos; en el Teneguía o en el San Juan no tuvimos", afirma, subrayando la relevancia de profundizar en este tema.