No hay indicios. Todo está tranquilo. El sábado el PSOE celebrará un Comité Federal, se nombrarán algunos cargos, todos cerrarán filas y Sánchez saldrá reforzado, convertido en el azote de Donal Trump, el adalid de Europa que asombra a propios y extraños con su asombrosa capacidad para el escapismo. La fórmula funciona. Los apoyos parlamentarios lo mantendrán en el poder y puede ser que se apruebe la Ley Bolaños y una nueva hornada de jueces progresistas invadan los tribunales después de haber pasado por unas pruebas de afección al régimen.
El proyecto es adaptarse a los nuevos tiempos donde ya no cabe el espíritu ñoño de la Transición, que ha pasado a ser una antigualla de nostálgicos del plan antiguo. El Estado se irá desmontando poco a poco, cada vez más lejos de la mayoría social que sustenta una opinión pública que solo construye bulos cuando no coincide con el coro de paniaguados que constituyen el apoyo fanatizado del progresismo. Hoy ha dicho la portavoz del Gobierno que pide disculpas, que el tema está cerrado de forma contundente y que están dispuestos a continuar con la hoja de ruta. ¿A qué hoja de ruta se refiere?
Creo que es a lo que anunció hace unos días Rufián. Hay que aprovechar el tiempo para hacer lo que tenemos que hacer. Cada uno con su proyecto: los independentistas con su independencia, los revolucionarios con su revolución, los demoledores con su demolición, y los innovadores con su innovación. No es que no gobierne la derecha. El objetivo es consolidar un proyecto que se está incubando desde hace 20 años. Esa es la hoja de ruta. Para eso nos arrimaremos al sector de los no alineados, como ya venimos haciendo.
Lo de la corrupción es una anécdota y se convertirá en una excusa para seguir adelante. No habrá moción de censura, ni elecciones, ni nada que se le parezca; hay que ganar tiempo para tensar las cosas suficientemente. No es verdad que estemos gobernados por un psicópata. Es otra cosa. Aquí hay un proyecto que tiende a un fin. Esa es la hoja de ruta.