Hay días en los que El País y La Vanguardia no coinciden en el relato, como si Madrid y Barcelona, España y Cataluña, se hubieran descolgado de la red de la narrativa unifome. En el periódico del conde de Godó se sigue hablando del apagón. Entre otras cosas de los apagones informativos. Enric Juliana dice que lo ocurrido con la electricidad ha desplazado de las cabeceras a lo del Papa y a las especulaciones en torno al próximo cónclave. Aprovecha para hacer una larga exposición sobre la importancia de la Iglesia Católica en el mundo, en la Historia y en lo que son nuestras sociedades. Se la juega frente a un progresismo que culpa a las religiones de todos los males, quizá porque entra en competencia a la hora de conquistar las mentes inocentes de sus adeptos.
Isabel García Pagán escribe sobre los tres apagones de Sánchez, donde la caída de la tensión en la red no parece ser el más grave. Hay otros comentarios que dejan claro que el asunto no se ha cerrado y que es un campo de minas a la hora de eliminar dudas. Por eso dijo el presidente que no hiciéramos caso de otras informaciones que no fueran las que salieran del Gobierno de forma oficial. Lo cierto es que todavía no ha aparecido ninguna, y no creo que salga si, como dicen, todo se va a someter al dictamen de comisiones que lo único que persiguen es enmarañar el esclarecimiento de la verdad.
Por su parte, El País, y aquí está la excepción ibérica que rompe el canto al unísono de ambas prensas, insiste en la dana, como si se tratara de un intento de sustitución de lo otro. Conociendo cómo se fabrican los argumentarios concluyo que lo del apagón preocupa más de lo que aparenta. Como todo va de lo mismo, me deleito con un artículo sobre relatos, de Pilar Fraile, titulado: “La desaparición de la narración o por qué las vacas vuelan”. Aquí me explica las claves de todo lo demás, pero omite que, aparte de ser un juego intelectual apadrinado por la psicología, se trata de una técnica política de manipulación de masas , con la colaboración impagable del universo de los datos, donde la conquista sutil de la voluntad ha llegado a términos insospechados con anterioridad. De cualquier forma, me sorprende esta especie de descolgamiento de las consignas oficiales en las que habían coincidido hasta ahora estos llamados medios de comunicación que ejercen sospechosamente de oficialidad como voceros del pensamiento único. No significa que las cosas vayan a cambiar. Debe ser algo coyuntural que obedece a intereses que no conozco, pero sí me sorprende en el momento que surgen amenazas que todos sabemos que no se van a cumplir.
Por ejemplo, que se van a nacionalizar las energéticas, que se van a imponer impuestos a la banca, que el BBVA no se va a fusionar con el Sabadell, que tal o cual director o directora van a dimitir o que Yolanda Díaz va a remontar en las encuestas. Nada de esto va a suceder, lo digan o no El País o La Vanguardia, o lo griten en las calles el 1 de mayo. Dentro de 3 días empieza la movida en la Capilla Sixtina, y veremos si ganan los obispos de siempre o le volverán a dar un chance a la Iglesia de la Liberación. De momento Europa propone comprarle a EEUU por valor de 50.000 millones para acabar con el asunto de los aranceles. Si esto significa no comprarle a China Trump habrá conseguido lo que quería. Entonces el viaje a Pekín no sirvió para nada positivo y seguir coqueteando con la política de las palestinas al cuello tampoco. A veces leyendo los periódicos a uno se le ocurren perversiones que nada tienen que ver con la realidad.