OPINION

Belleza y maldad

José Manuel Barquero | Domingo 07 de enero de 2024

Anda la tropa como loca recorriendo museos. En 2023 la principales pinacotecas del país han pulverizado sus cifras de 2019, el último año antes de la pandemia. En una década El Prado ha incrementado en 800.000 su número de visitantes anuales, y el Thyssen de Madrid ha superado la cifra mágica del millón, su récord histórico. Es difícil determinar si la gente se está acercando más al arte, o la moderna gestión museística está aproximando el arte a individuos que hasta hace bien poco les resultaba indiferente.

Se miren como se miren, esas estadísticas son una buena noticia porque hay actividades más nocivas para mente y cuerpo que contemplar una obra de arte en una sala atestada. El impacto del turismo en esa masificación es evidente, pero su auge no explica por sí solo las colas diarias para acceder a los museos más importantes de España. Es más, hay datos francamente esperanzadores. El público de El Prado se está rejuveneciendo: más de un tercio de sus visitantes tiene entre 18 y 34 años.

Es interesante este dato de la edad conectado con una efeméride recién celebrada. En 2023 se conmemoró el cincuenta aniversario de la muerte de Pablo Picasso, y las hordas woke aprovecharon la ocasión para atizar una campaña contra el artista por su tóxica relación con las numerosas mujeres con las que convivió a lo largo de sus 91 años de vida.

Asistimos a uno de los ejemplos más absurdos de la cultura de la cancelación. Pedir al público que deje de admirar las obras del genio malagueño por el daño que infligió a sus parejas demuestra la infinita capacidad del ser humano para hacer el ridículo. Picasso se largó del Partido Comunista cinco minutos antes de que lo echaran por criticar y caricaturizar a Stalin. Antes tuvo tiempo de retrasar el horror de la Guerra Civil en el Guernica por encargo del gobierno de la Segunda República. Sin embargo, nada de esto ha sido suficiente para que la izquierda woke le perdone la vida en el siglo XXI por sus tormentosas relaciones afectivas.

La campaña fue tan intensa que el anterior ministro de Cultura, el socialista Miquel Iceta, tuvo que comparecer para aclarar que la admiración por la obra de Picasso en ningún caso supone avalar el maltrato contra las mujeres. Ya digo que el ridículo no conoce límites, y la prueba está en que un miembro del gobierno de España fue capaz con sus declaraciones de batir simultáneamente dos récords mundiales: el de cobardía y el de estupidez.

Pues bien, el museo Picasso de Málaga ha cerrado 2023 con 779.279 visitantes, un 21% más que el año anterior y 60.000 más que la cifra alcanzada en 2019, su mejor ejercicio hasta ahora. Es un alivio comprobar cómo sobrevive un ápice de sentido común en España y en Europa al negarnos a importar de Estados Unidos una cultura tan miope y rabiosa como la de la cancelación.

Como la distancia entre las estrellas, es difícil de calcular el impacto de la obra de Picasso en el arte de los siglos XX y XXI. Seguramente el malagueño innovó e imprimió tantos giros a su trayectoria como otros diez genios de su época juntos. El eco de Picasso es la exposición que muestra en su museo de Málaga la huella profunda que dejó en Willem de Kooning, Francis Bacon, Jean Michel Basquiat o George Condo, entre otros.

En conversación con el poeta catalán Jaume Sabartés, Picasso se burlaba de los mandarines del arte en cada momento de la Historia cuando explicada que “en los museos no hay más que cuadros malogrados… Lo que ahora tomamos por obras maestras son las que más se apartaban de las reglas dictadas por los maestros de entonces”. Paradójicamente, estos clérigos normativos pueblan hoy la izquierda más reaccionaria.

Más allá de su obra, la vida de Picasso fue un ejercicio constante de rebeldía ante lo políticamente correcto, incluidas sus relaciones sentimentales. La ventaja que tuvieron Fernande Olivier, Eva Gouel, Olga Jojlova, Dora Maar, Marie-Thérèse Walter, Françoise Gilot o Jacqueline Roque es que al menos no tuvieron que soportar ser juzgadas en vida por amar a un misógino, infiel, egoísta y maltratador como Picasso, cualidades repugnantes que por mucho que nos joda no le impidieron crear belleza hasta el fin de sus días.