OPINION

La sobredosis narcisista del seudolider Sánchez

Miguel Lázaro | Jueves 05 de octubre de 2023

Se impone de nuevo focalizar nuestra atención en las peculariedades psicológicas del que seguirá presidiendo el Gobierno central. Las tres es que configuran su equipaje emocional: egoísmo, egocentrismo y egolatría, están en su máxima extensión y plenitud. Codicia, arrogancia y ambición ilimitadas.

El poco-yoismo de Sánchez necesita ser saciado (nunca es suficiente y nunca estará satisfecho) con un nuevo chute de poder, a costa de lo que sea y de quien sea. Conocíamos su compulsión por la mentira pero desconocemos su tendencia a la amnesia selectiva en la que se fundamenta esa seudoamnistia que conlleva desigualdad y que sembrara todo lo contrario a la con-cordia y a la con-vivencia de la que presume.

Sánchez no se cree mejor sino el mejor, por eso va de adalid de la verdad absoluta y en su intimidad piensa yo soy especial. Los políticos narcisistas (que mejor ejemplo que Sánchez) no sienten miedo, niegan la tristeza y tampoco se sienten vulnerables. Presumen que nadie les puede herir.

Proyectan una imagen de independencia, honestidad, valor y fuerza. Ahora bien esa imagen es tan solo una fachada, y por lo tanto no tiene poder, sobre todo cuando se confronta con la prueba de algodón que es la realidad. Es un adicto al presente, es esa su pasión dominante. Vive para sí mismo y le importan un rábano sus predecesores o las generaciones posteriores.

Su relajación y tolerancia no pasan de su epidermis. La culpa se transmuta en ansiedad permanente y de ahí su quijada contraída y que no puede disimular ante los embates parlamentarios. Tienen una fijación por las normas y las leyes (véase la fagocitación de las instancias judiciales y de todos los organismos de la administración). - porque está convencido que ellas le son inaplicables. Su leiv motiv es el afán de poder y control.

Ya no nos produce estupor que ante determinados hechos, responda mintiendo, negando, desresponsabilizandose, justificándose, chuleándose, manipulando y proyectando sobre el prójimo, lo que es un acto del que solo él es el responsable. Es triste ver como una sociedad desmoralizada sigue anclada en la indiferencia, de un presidente del Gobierno que aprobó la ley de si es si y las graves consecuencias que ha tenido.

Pero lo que es penoso, patético y para hacérselo mirar es la sumisión, la pasividad y la claudicación ética y estética del grupo, que se convierten en sus cómplices “arrebañados”. El “calor del establo” une mucho aunque “huela mal”. La capacidad de autoengaño, de canibalización y las tragaderas ante la manipulación del grupo han alcanzado proporciones tóxicas. Las mentiras nos ayudan a soportar el pasado pero solo desde la verdad se construye el futuro.


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