OPINION

Muy ocupados en no hacer nada

Juan Pedro Rivero González | Jueves 31 de agosto de 2023

Me han comentado recientemente que muchas personas no quieren trabajar. Es una situación que preocupa a las administraciones públicas. Leemos que algunos líderes de países europeos han decidido tomar medidas restrictivas en el ámbito de las coberturas sociales en algunas circunstancias en las que personas se niegan a trabajar.

El trabajo es un verdadero don; es un gran bien para la persona, aunque lleve consigo, como nos recordaba Tomás de Aquino «(…el signo de un bien arduo, (…). Y es no sólo un bien útil (…), sino un bien digno, es decir, que corresponde a la dignidad del hombre, un bien que expresa esta dignidad y la aumenta». Actualmente es complicado descubrir la dignidad que encierra el trabajo humano como medio para sostener la vida y como posibilidad de desarrollo personal.

Dicen que el trabajo tiene que ser libre, creativo, participativo y solidario, al tiempo que debe elevar la dignidad de las personas. Estas cuatro características del trabajo digno han desaparecido del horizonte de las posibilidades sociales. En lugar de su dimensión de libertad es contemplado como una obligación impertinente de la que no nos podemos liberar. La mayoría de las ocasiones toca hacer lo que nos dicen que hagamos ahogando en los sueños imposibles toda posibilidad creativa. Los otros, quienes trabajan al lado y en lo mismo, aparecen como competidores insolidarios que aguantan su vela sin mirar los palos ajenos, haciendo surgir la insolidaridad como telón de fondo.

Aunque nos cueste, o casi entendamos que son elementos imposibles nacido de un idealismo desencarnado, el trabajo digno debe ser así. Y la experiencia evidenciada por quienes analizan detalladamente el fenómeno nos indican que son la forma de mejorar, incluso, la productividad económica. Querer hacerlo, querer hacerlo lo mejor posible, querer hacerlo con otros más que solo y sabiendo que hacerlo bien es un servicio a la convivencia, son elementos que dignifican el trabajo. Si siento lo que hago y lo que hago, lo reconozco como propio y como aportación, lo haré de la mejor manera posible generando una creatividad entrelazada con las necesidades y posibilidades de otros. Esto es así y el mercado, cuando es sano, lo reconoce como la mejor forma de invertir recursos humanos.

Si no quieren trabajar debe ser, además de la pereza y comodidad inherente a la naturaleza humana, porque no se nos ha dado la posibilidad de descubrir la belleza de un trabajo bien hecho y siempre traducido en una aportación social.

¿Qué es un trabajo digno? Un trabajo digno es aquel que origina un salario honesto, protege los derechos, garantiza igualdad de género o asegura protección laboral, es decir, permite vivir a la persona y a su familia en condiciones decentes, cubriendo sus necesidades básicas como alimentación o sanidad. Dignifica a la persona un trabajo digno. No hay mayor indignidad que poder contribuir al bien común y abandonar la partida en las tablas imaginadas de la pereza social.

Ya sabemos que no siempre podemos hacer todo lo que queremos; pero siempre podremos querer lo que podemos hacer y hacerlo poniendo alma, corazón y vida en lo que hacemos. No es una sociedad digna la que contabiliza más de un 30 % el número de los que, pudiendo trabajar, no trabajan por alguna circunstancia. Si es por no poder, debemos ser solidarios; pero si es por no querer, habrá que mostrarles la dignidad del trabajo humano.

Duras las palabras de San Pablo: “El que no trabaja que no coma” (2 Tes 3, 10).


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