OPINION

El felón y los cimientos del Estado

Marc González | Miércoles 21 de diciembre de 2022

En 1814, Fernando VII regresó a España, liberado por su captor, tras el secuestro en jaula de oro que le proporcionó Napoleón Bonaparte durante la Guerra de la Independencia. El llamado 'rey felón', hijo de Carlos IV -quien inició la senda del entreguismo a nuestro vecino del Norte de manos de Manuel Godoy-, entró en nuestro país por Girona y se dirigió a Valencia, desde donde suprimió por Real Decreto y de un plumazo el incipiente régimen de 1812, aboliendo la Constitución de Cádiz y sus Cortes, y restaurando el absolutismo en su real persona. Un retroceso que aún hoy pagamos.

España se tambaleaba no solo como potencia venida a menos, sino incluso como nación independiente, lo que fue aprovechado por las minorías oligarcas criollas de los virreinatos americanos para iniciar un imparable proceso de independencia de la potencia colonial, que tuvo lugar entre 1810 y 1833, salvo en el caso de 'nuestras hermosas Antillas', perdidas junto con las Filipinas, en otro momento muy delicado de la historia de nuestro país, en 1898, cuando el rey Alfonso XIII contaba solo 12 años.

Por supuesto, ese mismo resultado hubiera tenido lugar, tarde o temprano, igualmente, pero, de no haber sufrido los embates internos de principios del siglo XIX que socavaron los cimientos del Estado, seguramente dichos procesos se hubieran dado bien entrado el siglo XX -como ocurrió con las colonias francesas, británicas, belgas, etc.- y, probablemente, no hubieran sido liderados por miembros de familias adineradas que pretendían consolidar sus privilegios, sino por movimientos populares de dichas naciones. Incluso hubieran podido dar lugar a unos Estados Unidos de América hispanos, cambiando el equilibrio continental y la historia. La ficción política lo aguanta todo, claro, pero lo cierto es que el debilitamiento de las instituciones proto-democráticas españolas propició la pérdida de la mayor parte de las colonias y nos debilitó en el concierto de las naciones.

En 1975, con Franco agonizando, y ante la tremenda incerteza política que se vivía en España, se produjo otro proceso de desmembramiento territorial, el del Sáhara Occidental, con la anuencia nunca bien explicada del futuro monarca Juan Carlos I, que parece ser prefirió, como su antepasado, abandonar a su suerte la colonia antes que poner en peligro su trono -entonces le apodaban maliciosamente Juan Carlos 'el breve'- iniciando otra guerra con Marruecos, estratégico aliado de los norteamericanos. Nuevamente, se aprovechaba una ocasión de debilitamiento de las instituciones del Estado para asestarnos un zarpazo territorial.

En 2022, es obviamente Pedro Sánchez quien pretende reunir para sí el control absoluto de todas las instituciones -aplicando el manual bolivariano que tanto entusiasma a Zapatero-, desmontar al dictado de sus socios comunistas el régimen constitucional de 1978, y asegurar la paz con nuestro vecino -en este caso, del Sur- a cambio de entregarle todo lo que pida, aunque para ello España deba traicionar sus posiciones históricas en materia de política internacional.

Y, por si no fuera suficiente el vergonzante entreguismo a Mohamed VI, Sánchez -como Godoy- se abraza, como ya comienza a constituir un clásico en nuestro país, a quienes quieren hacer más pequeña España, es decir, a los independentistas catalanes y vascos -estos últimos, con una honda raigambre terrorista hasta hace dos días- a cambio de sus posaderas, que no dudo serán tan bellas como el resto de su apolíneo cuerpo serrano.

Salvo milagro, que debe comenzar a fraguarse en el próximo mes de mayo, el resultado está cantado: Un referéndum de autodeterminación de Cataluña en el que solo votarán los ciudadanos de esa comunidad, privándonos al resto de opinar sobre la integridad territorial de nuestro propio país; luego vendría un proceso semejante en el País Vasco y, finalmente, en Ceuta y Melilla, aquí, obviamente, sin referéndum alguno, sino como pago de favores personales del bello Sánchez al sátrapa marroquí.

El tiempo avanza inexorable, pero los felones siempre actúan en España de la misma forma.


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